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Células y bacterias

(*) Vicente Javaloyes és Doctor en derecho deportivo. Profesor INEFC y colaborador de INGENIO, leadership school. Ex jugador profesional balonmano

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Las células son la unidad morfológica y funcional de todo ser vivo. El trabajo de las células humanas es diverso. Algunas con similares características estructurales se reúnen, como piezas de un rompecabezas, y forman tejidos especializados en una o más funciones, pero otras tienen una única función especializada.

En el interior de las células tienen lugar numerosas reacciones químicas que les permiten crecer, producir energía y eliminar residuos. La célula obtiene energía a partir de sus alimentos y elimina las sustancias que no necesita. Responde a los cambios que ocurren en el ambiente y puede reproducirse dividiéndose y formando células hijas.

Las bacterias son los organismos más abundantes del planeta. Son ubicuas, se encuentran en todos los hábitats terrestres y acuáticos, algunas incluso pueden sobrevivir en las condiciones extremas del espacio exterior. Pueden provocar enfermedades, fermentaciones o putrefacción en los seres vivos o materias orgánicas. Se ha calculado que un humano tiene cerca de 37 billones de células corpóreas y por cada una de ellas hay cerca de 1,3 bacterias, es decir, 48 billones.

Aunque el efecto protector del sistema inmunológico hace que la gran mayoría de estas bacterias sea inofensiva o incluso beneficiosa, algunas bacterias patógenas pueden causar enfermedades infecciosas, incluso mortales.

En el ámbito empresarial, las células y las bacterias también juegan su papel. Como sabemos, las organizaciones son estructuras sociales diseñadas para lograr determinados objetivos de la mano de las personas. Las organizaciones están compuestas por subsistemas interrelacionados que cumplen funciones especializadas. Nuestras organizaciones cuentan con sus propias células que cumplen sus funciones solas o en colaboración y/o coordinación con otras. Estructuras que han de buscar el rendimiento necesario para ser eficaces. Que necesitan contar con una red de recursos humanos, tecnológicos, económicos o de equipamiento e infraestructuras. Y no hay que olvidar que muchas veces las organizaciones más sólidas, son las más sencillas.

La palabra organización es de origen griego organon, que significa órgano o aquello con lo que se trabaja. Las células de nuestra organización trabajan para producir energía, para aportar al mercado los productos o servicios necesarios. Deben por ello ser capaces de ajustarse a la demanda existente en cada momento. Pero en estos órganos no solo encontramos células, también hay bacterias, buenas y malas. Algunas de ellas son capaces de catalizar e impulsar la organización por lo que lejos de ser perjudiciales son amigables y muy beneficiosas. Otras sin embargo son tóxicas y totalmente perjudiciales para la organización. Actúan como un auténtico virus y su presencia nos conducirá sin lugar a dudas al fracaso.

El líder ha de proteger sus células de estas peligrosas bacterias. Ha de combatirlas con los hábitos y protocolos internos adecuados, e incluso en ocasiones tomando medidas más drásticas mediante el suministro de antibióticos. Decisiones que atajen de raíz el problema, que detengan los procesos infecciosos y que les permitan inmunizar a sus equipos y a su organización para alcanzar los fines establecidos. Como bien dijo el gran Peter Drucker el mensaje es claro: “La mejor estructura no garantizará los resultados ni el rendimiento. Pero la estructura equivocada es una garantía de fracaso.” Por eso, querido líder, toca mantenerse alerta ante el ataque de las bacterias dañinas.

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