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En manos de la CUP, otra vez

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Uno de los mantras más reiterados por el separatismo desde que en el 2012 se inició el Prucés, ha sido el denominado derecho a decidir; sin tener en cuenta que el derecho a decidir de unos está limitado por el derecho a decidir de otros y todos supeditados al respeto y cumplimiento de la Ley y al Estado de Derecho, que es lo que distingue a las democracias de los regímenes totalitarios. Pues bien, en su fase final, el derecho a decidir de los catalanes, tanto en las recientes elecciones autonómicas como en las que entronizaron a Puigdemont, ha quedado en manos de la CUP.

No creo necesario extenderme en las similitudes del actual Prucés revolucionario con el del 34, de infausto recuerdo y peor final. Entonces, como ahora, la burguesía identitaria lo inició con la colaboración de los grupos antisistema, que igualmente acabaron liderando, como ahora, la revolución. No parece tampoco muy respetuosa con la capacidad de decisión de los ciudadanos la elección de candidatos agazapados en las listas para ser designados. Primero lo fue Puigdemont por Mas y ahora Torra por el propio Puigdemont y ambos por la CUP.

Los insultos y manifestaciones racistas y xenófobas de Torra en artículos y redes sociales que ahora se van conociendo no eran un buen presagio, para que la elección de un President no imputado y la formación de un nuevo Govern sirvieran para iniciar una nueva etapa en que las prioridades fueran recuperar el autogobierno, la estabilidad, rebajar la tensión social y atender las necesidades de todos los catalanes. Lamentablemente, se ha perdido la oportunidad y las incendiarias soflamas de Torra confirman los peores augurios.

Absolutamente incapaz de cualquier atisbo de autocrítica para reconocer los múltiples y graves errores del separatismo que originaron las acciones judiciales que provocaron prisiones y exilios autoimpuestos, el discurso de Torra disipó los recelos de la CUP, que es quien finalmente decide los Presidents. El redoblado desafío al Estado, el desprecio al Estatut, a la Constitución y a los Tribunales de Justicia, han sido credenciales suficientes para consagrar esta bicefalia inaudita de la Generalitat con un President provisional y en funciones aquí que representa a otro que, desde fuera, dicta las instrucciones.

Apelar al diálogo con estas amenazas es un insulto a la inteligencia; porque la estrategia del separatismo, ya sin máscaras, puede resumirse en provocación, conflicto y exclusión. Torra ya anuncia que para conquistar una República independiente, ilegal y unilateral va a utilizar todos los medios a su alcance. ¿Y cuáles son? En tanto se constituye una nueva legalidad a la medida, despreciar la que hay. Sin desobediencia no hay independencia. Movilizaciones ciudadanas, o sea la calle para los CDR; Govern e Instituciones todas al servicio de la causa y barra libre para TV3.

Estremece pensar que un personaje así dirija a 17.000 policías armados, la sanidad y la educación de Catalunya. Se trata, en el fondo, de provocar además con acciones ilegales la reacción no sólo del Gobierno sino también la del Estado para alimentar el victimismo. Hablar de opresión y crisis humanitaria cuando los partidos separatistas están prohibidos en Alemania o Francia y aquí pueden llegar a gobernar sin más límites que el respeto a las Leyes que les han permitido hacerlo es sencillamente una obscenidad. Otra mentira más del Prucés.

Y cada vez más lejos de la realidad aquí, los separatistas siguen hablando de un sol poble cuando lo han partido en dos y de la internacionalización de un conflicto que sólo apoyan la ultraderecha flamenca y la xenófoba Liga Norte. Insultar con saña a todos los españoles –“bestias”, “víboras” y “hienas carroñeras”, nos llama Torra– es sencillamente ignorar y despreciar al 70% de los catalanes que también nos sentimos españoles.

No, señor Torra; con esta capacidad de odio usted no nos puede representar. Excluyendo, dividiendo, negando la realidad y despreciando a quien no piensa como usted no se puede construir ni presidir nada ni tampoco alcanzar un sueño imposible que, de momento, sólo ha servido para romper la sociedad y para que 3.800 empresas se hayan ido de Catalunya anunciando un declive económico imparable.

Las provocaciones y bravatas de todo tipo pueden seguir, pero el Estado ha demostrado la fuerza suficiente para defender la Ley, la Unidad de España, la Democracia y la convivencia entre catalanes. Es la que, sin duda, celebraremos con el seny que nos distingue a la mayoría de catalanes y que va a prevalecer sin duda sobre una rauxa que tampoco nos representa. Esta realidad también la ignora usted, señor Torra.

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