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La curiosidad mató la ignorancia

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Quién no ha oído eso de “la curiosidad mató al gato”. La expresión tiene origen inglés, y empezó a usarse en el siglo XVI. Está relacionada con la medicina, ya que significa que la excesiva inquietud y preocupación perjudica la salud de las personas, que pueden llegar a enfermar e incluso morir. Se puso como ejemplo a los gatos al tratarse de animales muy cautos y cuidadosos con todos sus actos y movimientos, siempre queriendo descubrir por sí solos sus propias dudas. A partir del siglo XX se incorporó una coletilla a la frase original “Curiosity killed the cat but the satisfaction brought it back” (la curiosidad mató al gato pero la satisfacción lo trajo de vuelta). Un cambio de sentido que me animó a escribir estas líneas.

Un estudio realizado en 2001, y publicado en el Annual Positive Psychology Summit, revela que las personas que demostraban una enorme cantidad de curiosidad, experimentaban grandes niveles de satisfacción en la vida y tenían experiencias interpersonales más positivas. ¿A dónde les conducía la curiosidad para encontrar tal satisfacción?

Lo cierto es que hoy en día la curiosidad nos lleva a dedicar mucho tiempo a buscar y consumir información. Las nuevas tecnologías han facilitado más aún si cabe esta situación. Nadie pone en duda que estamos inmersos en la denominada sociedad de la información. La curiosidad es una actitud de la persona orientada al descubrimiento, al aprendizaje y al crecimiento. Simplemente por estos motivos parece positiva. En este sentido, Walt Disney nos dejó una interesante reflexión: “Cuando eres curioso encuentras un montón de cosas interesantes que hacer.”

¿Y cómo se gestiona esto de la curiosidad en el seno de las empresas? Los líderes deben tener algo de inconformistas y no aceptar las cosas tal como son. Deben potenciar entre sus equipos la búsqueda de conocimiento. Los trabajadores deberían tener la habilidad de saber razonar e investigar. El líder auténtico potenciará la curiosidad en sus trabajadores, dejándoles el margen de maniobra necesario para que puedan seguir aprendiendo. La curiosidad nos ayuda a salir de la zona de confort adentrándonos en un terreno desconocido. El aumento de la curiosidad reduce la incertidumbre y permite una mejor toma de decisiones. El psicólogo estadounidense Harry Harlow sostenía que la curiosidad impulsa a los organismos a participar en la resolución de enigmas, un comportamiento que a priori no implica ninguna recompensa tangible, pero que sin duda conduce a alcanzar grandes éxitos, como es vencer la ignorancia.

Seguro que alguno de vosotros piensa que el exceso de curiosidad nos distrae, alejándonos de los objetivos diarios, nos abduce y puede convertirse en un peligro. No os falta razón. La curiosidad ha de estar alineada con las necesidades personales y profesionales. No todo vale. Por eso el papel del líder resulta fundamental. Es él quien debe sacarle el máximo provecho posible, marcando los pasos a seguir y los límites que no deben cruzarse. Los líderes que despierten la curiosidad verdadera en sus equipos van a consiguen que tengan aprendizajes más satisfactorios y sin duda obtengan mejores resultados. Cuando una actividad despierta nuestra curiosidad, se activan nuestras emociones positivas que nos ayudan a fijar la atención en ella, facilitando la toma de decisiones complejas y aportando la perseverancia necesaria para alcanzar las metas.

Pros y contras que deben saberse gestionar para inclinar correctamente la balanza. En mi opinión la curiosidad ayuda a desarrollar el talento. Así nos lo dejaba entrever el gran Albert Einstein al afirmar: “No tengo talentos especiales, pero sí soy profundamente curioso”. Y tú, ¿eres curioso?

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