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COLABORACIÓN

Hacia una nueva estrategia industrial europea

Profesor de ESADE Business&Law School

Hacia una nueva estrategia industrial europea

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La Comisión Europea confirmó, el 7 de febrero, la desaceleración de la zona euro. En noviembre de 2018, había previsto un crecimiento económico del 1,9% para 2019. Ahora, lo rebajó al 1,3

%. Las incertidumbres siguen allí. Y persisten tres riesgos que ensombrecen el panorama internacional: las tensiones comerciales internacionales entre EEUU y China, el menor crecimiento del coloso asiático y un incierto Brexit.

Donald Trump juega fuerte en las negociaciones con Pekín. Una apuesta que le dio buenos resultados para renegociar a su favor tanto el NAFTA con México y Canadá como el acuerdo de libre comercio con Corea del Sur. Pero con el coloso chino es distinto. Trump le exige reducir el alto déficit comercial, poner fin a las prácticas ilegales o desleales para apropiarse de las tecnologías ajenas, la piratería industrial y unas masivas subvenciones a los conglomerados chinos, que desvirtúan la competencia internacional. Las presiones llegan cuando el PIB chino, según las estadísticas chinas, creció solo un 6,6% en 2018. Una cifra altísima para los ojos occidentales pero que resulta ser la más baja en el Imperio Medio desde 1990. Mientras tanto, crecen los nervios entre las multinacionales estadounidenses, europeas, japonesas y surcoreanas, muy dependientes del mercado chino. China ya representa el 18% de la economía mundial.

En Europa sigue amenazante el fantasma de un Brexit duro cuando se acerca el 29 de marzo. Una salida caótica del Reino Unido, además de un fracaso político, tendría unos graves efectos económicos que agudizarían los problemas ya existentes en varios países comunitarios. Y también se acercan unas inciertas elecciones europeas en mayo.

La economía alemana, penalizada por las incertidumbres internacionales, creció un 1,5% en 2018 y podría hacerlo solo un 1,1% en 2019. Alemania gozó de una buena salud gracias a unos altos excedentes fiscales y comerciales, un mercado laboral dinámico y una extensa y densa red de empresas multinacionales y pymes orientadas a los mercados exteriores. El superávit comercial alemán alcanzó los 227.000 millones de euros en 2018. Pero 2019 empezó marcado por el descenso de las exportaciones debido a la menor demanda china y a la caída de la producción automovilística.

Alemania va a revisar su modelo económico, excesivamente dependiente del sector exterior y del automovilístico en particular. Además, un país envejecido afrontará una falta de mano de obra, a pesar de haber abierto en los últimos años unas puertas a la entrada de emigrantes extracomunitarios que, por razones políticas, podrían cerrarse en parte. Berlín debería reorientar el exceso de ahorro interno para destinarlo a invertir más en su país y también en la zona euro. Alemania precisa una UE más integrada política y económicamente. Deberá sumar esfuerzos con Francia y otros países comprometidos con la UE y el euro, una estrategia aún más necesaria tras el Brexit. Una Europa dividida nunca podrá plantar cara a EEUU y China, cada vez más proteccionistas.

Alemania reacciona y también está dispuesta a protegerse. El ministro de Economía, Peter Altmaier, presentó el 5 de febrero un documento sobre Estrategia industrial nacional para 2030 con unas nuevas directrices para favorecer una más activa política industrial alemana y europea capaz de afrontar los cambios provocados por la aceleración de la mundialización y la innovación, el incremento de las intervenciones estatales y la crisis del multilateralismo. Incluso propone que el Estado pueda intervenir, también financieramente, para proteger los sectores económicos estratégicos clave como el numérico, principalmente la inteligencia artificial, los coches eléctricos y las baterías, pero también el acero, el aluminio y el sector ferroviario. Está en juego la soberanía tecnológica e industrial y los empleos industriales frente a los poderes exorbitantes de los grandes grupos estadounidenses y chinos. El ministro alemán defiende la creación de “campeones nacionales y europeos” competitivos y capaces de resistir la feroz competencia internacional y sugiere modificar si cabe los derechos alemán y comunitario para poder competir “de igual a igual” en los mercados mundiales. Alemania cuenta con el apoyo de Francia. Tras el reciente veto de Bruselas a la fusión de Siemens y Alstom, los ministros, alemán y francés, Peter Altmaier y Bruno La Maire, publicaron el 9 de febrero en Le Monde y en Der Spiegel el artículo Adaptar el Derecho Europeo de la Competencia. Creen necesario moderar la rigidez del derecho comunitario de la competencia, pensado para ser aplicado dentro del marco de la UE, como parte de la estrategia para afrontar las nuevas reglas de juego mundial que intentan imponer los grandes grupos de otras economias avanzadas y emergentes. El veto de Bruselas a la fusión Siemens-Alstom enfureció a Berlín y París, que ya preparan su contraofensiva.

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