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En busca de la felicidad

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Los pensamientos positivos o negativos condicionan nuestras acciones. Encontramos estudios que afirman que la mente humana está programada para ser optimista y hallamos investigaciones que manifiestan todo lo contrario.

En el ámbito de las organizaciones, los conceptos felicidad y motivación están muy presentes. Existen empresas modélicas y otras patéticas. Las primeras entienden que cuidar al grupo y apostar por un buen clima se traduce también en mejores resultados; las segundas aplican la cosmética, es decir, maquillajes de mala calidad que esconden la verdadera cultura organizativa. Lo cierto es que, en general, prevalece una corriente de desánimo colectivo, que se respira, contagia y contamina.

Me pregunto si la velocidad con que suceden las cosas a nuestro alrededor, y la presión por la inmediatez en la obtención de resultados, genera frustración. Si el hastío generalizado no fuese tan evidente, no existirían actualmente en el mercado herramientas de lo más diversas para motivar. En definitiva, toda una cruzada en la búsqueda constante de la felicidad.

Compartiendo conversación con una mujer extraordinaria, surgió el concepto optimalismo, término acuñado por el profesor de Harvard Tal Ben-Shahar, el cual afirma que: “No se trata de pensar que todo es maravilloso, sino de mantener la ilusión, pero con los pies en la realidad.” Ser optimista-realista. Optimismo es la predisposición para entender y analizar la realidad desde su aspecto más positivo. Realismo es percibir lo que ocurre tal como sucede. Desde entonces, el optimalismo me acompaña como un código secreto que no pretende ir más allá de transmitir que ser realista no está reñido con perseguir un sueño, simplemente se trata de utilizar nuestros recursos cognitivos para adaptarnos a la realidad y poner en orden ideas, acciones, que permitan transformar promesas y objetivos en realidades.

¿Qué influye en la motivación de las personas? Si analizamos la etimología de la palabra, observamos que procede de los vocablos latinos motus, “movido”, y motio, “movimiento”. Es decir, aquella ilusión, estímulo, voluntad o impulso que nos empuja a tomar determinadas decisiones y a realizar determinadas acciones. Sentir ilusión precisa inspiración, esa influencia que nos despiertan determinadas cosas o personas que tienen la capacidad de influir e infundir ideas y afectos, capaces de despertar nuestro entusiasmo.

En las organizaciones, son diversos los factores influyentes: cultura organizativa, estabilidad, retos, fórmulas de reconocimiento, comunicación organizacional, liderazgo… Aunque este último es un aspecto clave, no siempre la motivación del personal de una organización recae solo en quien lidera. El grupo es responsable. La automotivación, como el autoliderazgo y el compromiso, es individual, personal e intransferible.

Existe cierta saturación sobre el liderazgo perfecto y la comparación de jefes vs líderes, en cambio, en pocas ocasiones se analiza al propio grupo. Examinar los procesos grupales, las fases por las que transita el conjunto, comportamientos, las complejas relaciones interpersonales, intragrupales e intergrupales… No se invierte tiempo en observar y cuidar a grupos, donde se generan conflictos, algunos evidentes, otros silentes, y en medio de la conspiración del silencio, falta de cohesión y desmotivación.

Las organizaciones deberían plantearse tanto como estrategia como inversión, incorporar en sus equipos de profesionales expertos en la conducción de grupos.

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