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China bajo tensión económica

Profesor de ESADE Business&Law School

China bajo tensión económica

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El 5 de marzo se iniciaron las sesiones del pleno de la 13ª Asamblea Nacional Popular (APN) bajo un clima de tensiones e incertidumbres económicas y geopolíticas. El primer ministro Li Keqiang resaltó la compleja y difícil situación interna e internacional que China afronta en 2019. En el plano interno, el Régimen comunista no esconde su preocupación por la desaceleración económica. La legitimidad política del Partido Comunista Chino (PCC) se sustenta en un exitoso y continuado desarrollo económico y social que ahora se está frenando.

El PIB chino, tras crecer un 6,6% en 2018, podía hacerlo entre un 6% y un 6,5% en 2019. Un menor crecimiento implica crear menos empleo. El paro se sitúa en un escaso 3,8%. Pero la fiabilidad de las estadísticas oficiales chinas sobre crecimiento, paro, déficits, etc. es discutida. El Banco Central de China anunció el 10 de marzo más medidas de estímulo para hacer frente a la desaceleración económica y seguirá la concesión de créditos para favorecer las inversiones. Pero el incremento del gasto acompañado de una reducción de impuestos podría incrementar el déficit público, mucho más tras anunciarse un incremento del presupuesto de defensa en un 7,5%.

Pero los problemas internos no son solo económicos. El Régimen está endureciendo el control político sobre la sociedad china. La mayoría de la población, incluso los intelectuales, parecen aceptar la propaganda oficial. El PCC, sin oposición política, controla un sistema educativo y todos los medios de comunicación para potenciar unos principios ideológicos y nacionalistas chinos, que contrastan con los existentes en un decadente Occidente que pretende frenar la reemergencia de China como potencia mundial. Xi Jinping va concentrando poderes en sus manos para controlar el debate interno dentro de la cúpula de un partido que antes solía tomar las grandes decisiones por consenso entre sus principales dirigentes. Un detalle que no debe pasar desapercibido. Los plenos anuales de la ANP se convocan en marzo para refrendar las propuestas antes aprobabas por los plenos del PCC que suelen celebrarse en octubre. Pero esta vez no fue así. Ningún plenario del PCC fue convocado desde marzo 2018. Y el anterior pleno de la ANP eliminó el límite de dos mandatos presidenciales para permitir a Xi Jinping continuar largo tiempo como el líder chino más poderoso desde la época de Mao. Xi Jinping presidirá la celebración del 70º aniversario de la República Popular China, proclamada por Mao el 1 de octubre de 1949 en la plaza de Tiananmén.

Pero las ambiciones hegemónicas de China provocan reacciones en el exterior. EEUU desató una serie de conflictos comerciales con la segunda economía mundial. Las negociaciones prosiguen y se espera que se alcance un acuerdo muy necesario para frenar la desaceleración mundial. Pero el problema de fondo no es comercial. Estamos ante la carrera para liderar los cambios tecnológicos del siglo XXI, como los de la tecnología móvil del 5G. Es lo que subyace en la rápida pero descoordinada reacción de EEUU y la UE contra la imparable expansión mundial de Huawei, que cuenta con el soporte del PCC. También la UE se muestra alerta ante la penetración china en Europa. Las inversiones chinas en la UE cayeron un 40% en 2018. Pero no se debe tanto a una falta de interés como a la decisión china de controlar drásticamente determinadas fugas de capitales chinos al exterior. Desde 2017, varios países europeos, entre ellos Alemania y Francia, ya adoptaron reglas para evitar que los conglomerados estatales chinos sigan adquiriendo empresas europeas en sectores e infraestructuras de alto valor tecnológico o estratégico. El Parlamento de Estrasburgo aprobó, el 15 de febrero, establecer un mecanismo de control de las inversiones extranjeras en determinados sectores estratégicos.

Pero los recelos ante las inversiones chinas también surgen en otros países, especialmente entre los destinatarios de los proyectos desarrollados en el marco de las “Nuevas Rutas de la Seda”, otro ambicioso programa lanzado por Xi Jinping para cofinanciar infraestructuras que conecten el Imperio del Medio con el resto de Asia, Europa y África. Algunos países quedan altamente endeudados con Pekín tras construir unas infraestructuras no siempre necesarias y financieramente insostenibles. Islas Maldivas, Sri Lanka y Myanmar ya sufren las consecuencias. Y el primer ministro de Malasia, Matahir Mohamed, anuló en mayo de 2018, varios proyectos debido al riesgo de sufrir una nueva versión del colonialismo.

La UE pretende evitar conflictos con China. Y desea cerrar un Acuerdo sobre Inversiones en 2020 para dar una respuesta conjunta y coordinada europea al desafío inversor chino. Pero Pekín da largas porque prefiere alcanzar acuerdos bilaterales que debiliten la estrategia de Bruselas. Es lo que busca con las cumbres anuales del grupo “16+1”, que reúnen a 16 países de Europa central y suroriental con China. Y el último éxito de Pekín: Italia será el primer país del G7 en sumarse al programa de las Nuevas Rutas de la Seda y firmará un Memorándum en la próxima visita oficial de Xi Jinping a Roma. Otra bofetada de Italia a Bruselas.

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