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El cuadrilátero del neurolíder

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El neuroliderazgo se plantea como una disciplina innovadora para la gestión de proyectos, no solo en lo que se refiere a las habilidades tradicionales que se asocian al rol de líder sino, además, al incorporar otras novedosas como la actividad del cerebro, los procesos mentales, la atención y la memoria…

El neurolíder conecta con tus emociones y sentimientos y es un impulsador de ideas para optimizar la creatividad e innovación, que serán las competencias del futuro. Ya que el éxito de las organizaciones vendrá determinado por estos dos factores: creatividad e innovación, en contraposición del jefe o gestor de tareas y el líder o gestor de personas; el neurolíder va mucho más allá y es la conexión con el motor que impulsa a las personas a dar lo mejor de sí mismas.

El cuadrilátero del neurolíder se basa en las 4 esquinas cardinales que presentó:

1. Conectan con las emociones de las personas que le siguen. Muestran vulnerabilidad y por eso tienen carisma humilde. Son vulnerables y por eso los adoran. Son empáticos y sensibles, y por eso sus seguidores nunca les fallan, pues el neurolíder conecta con tus emociones

2. Catalizador de ideas: no hay nada más desmotivador que no saber hacia dónde se va, y el éxito del futuro solo pasa por la innovación y creatividad. En este punto se incluye no solo marcar objetivos, sino tener claro qué se espera de él y el sentido de lo que se hace desde un punto de vista innovador. Aunque se trabaje en algo muy rutinario, el profesional necesita ganar perspectiva de lo que contribuye con su función. Y estar abierto a nuevas ideas disruptivas, mediante el pensamiento lateral.

3. Hacen que te sientas útil: esta habilidad significa que un buen neurolíder es capaz de desarrollar el talento de sus colaboradores. El hastío o la monotonía no motivan, se requieren estímulos. El líder ha de conocer las fortalezas de su equipo: no solo qué hacen bien, sino qué podrían hacer en un futuro. Esto pasa por ayudar en su desarrollo, por dar poder, por no entrar en la microgestión o en el enésimo detalle de todos los problemas. De este modo, se reducen los cuellos de botella y se consigue que las personas aprendan y tomen sus propias decisiones.

4. Hacen que te sientas muy importante y creador e innovador sin miedo al riesgo o la equivocación: además de saber que somos útiles, necesitamos sentirnos importantes y reconocidos. El liderazgo es conversación, preocuparse por lo que el colaborador necesita. El neurolíder no habla él y escucha mucho más de lo que habla. Dentro de este apartado está también la gestión de la diversidad. Sentirse importante pasa por poner en valor la diferencia y lo que cada persona aporta desde sus fortalezas, experiencias y maneras de ser, premiando el cuestionarse el status quo con nuevas formas de pensar y soluciones innovadoras desde la perspectiva del pensamiento lateral. Son el catalizador e impulsor de las ideas: como buen boxeador intenta posicionarse en el centro o corazón del cuadrilátero, para actuar como referente desde las emociones positivas y la pasión. Influir en la vida de las personas es una responsabilidad que ha de enamorar. Si uno no lo disfruta, es difícil que sea buen jefe. Podrá ser un buen técnico o comercial, pero será complicado que se le reconozca como neurolíder. Tampoco seguimos a personas que son toxicas o que se quejan por todo. En definitiva, los buenos neurolíderes no son perfectos. Son vulnerables y Tienen áreas de mejora como cualquier otro ser humano. Pero tienen unas ciertas habilidades que consiguen que las personas quieran seguirles desde sus emociones. Dichas habilidades podrían representarse en el cuadrilátero: catalizan la innovación obsesionado por las ideas de sus equipo, hacen sentir útil e importante a la persona y consigue el respecto del equipo desde su vulnerabilidad.

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