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Líderes vampiristas

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Esta semana hemos sabido de la ruptura de la amistad y colaboración profesional entre Luis Enrique y Robert Moreno, tras 10 años de colaboración.

Desde que Luis Enrique asumió la dirección del Barça B que Moreno ha estado a su lado.

Moreno realizaba informes muy precisos que ahorraban horas de dedicación a Luis Enrique y le desvelaban claves que podía aplicar con éxito en los partidos. Su apoyo táctico con el tiempo llegó a ser estratégico.

Moreno, de orígenes humildes, tenía un sueño: ser entrenador profesional. Con la selección tuvo la oportunidad de hacer aquello para lo que había nacido. Y lo hizo demasiado bien. Tomó decisiones que no consultó con Luis Enrique y este lo percibió como una deslealtad. Es decir, Moreno debía mantenerse de por vida en segunda posición, contribuyendo al éxito de Luis Enrique, sin plantearse objetivos profesionales, sin tomar decisiones que le permitieran ascender. Ello haría sentir cómodo a Luis Enrique y, como premio, seguiría otorgándole su confianza y amistad.

Cabría analizar la diferencia entre lealtad y servilismo. Pues la primera se rige por un código de valores, y la segunda de intereses. Querer ascender, mejorar o promocionarse no debería estar reñido con la amistad o la lealtad. Ello depende de las formas, no de los objetivos. Si para que Moreno alcance sus sueños debe pisotear los de quien le ha ayudado a posicionarse, es deslealtad. Si al contrario, simplemente se plantea alcanzar su sueño como cualquier otro entrenador, sin perjudicar a Luis Enrique, es absolutamente leal y legítimo.

Cabría preguntarse si Luis Enrique se sentiría cómodo perpetuándose en segunda posición. Ambos son líderes. Son profesionales que se han esforzado de por vida para ser excelentes. Aprendiendo día tras día para merecer estar en primera línea y mantenerse allí. Entonces, ¿por qué nos sorprende que un líder con talento demostrado se plantee crecer? Si hay algún liderazgo que limita el talento de las personas es el vampirista. Un estilo directivo que se nutre del talento de sus adjuntos o lo camufla y no permite que estos se desarrollen. Estos líderes obtienen resultados a corto plazo, pero no son sostenibles, tienen caducidad.

El futbol profesional nos permite visibilizar prácticas de liderazgo extrapolables a las empresas para motivar, implicar y desarrollar el talento de nuestros equipos. Se trata de diseñar un sistema de trabajo que se estructura en 4 pilares: formación, observación, delegación y responsabilidad.

Formar a nuestros equipos para que trabajen con eficacia, dominio y confianza. Esta es la base para que surjan nuevas ideas, planteen mejoras o retos.

Observación y apoyo por parte del líder, que genere un vínculo de confianza y orientación, pues todos los equipos necesitan saber qué se espera de ellos y cuál es el rumbo a seguir.

Delegar, confiar en el equipo es necesario. Debemos darles autonomía para que tomen sus propias decisiones. Sabemos que tienen capacidad, pues los hemos formado, y además confiamos en su estilo pues les hemos observado.

Por ende, nos quedaría la responsabilidad. Como en cualquier equipo, la responsabilidad de un error debe asumirla con humildad en primer lugar la persona que lo comete, pero el líder debe apoyarle y compartir esa responsabilidad con él y con el resto del equipo.

Y por último, enlazando con el vampirismo, si observamos a alguien con actitud de liderazgo y talento en nuestro equipo, merece desarrollarlo. No le vetemos y este se convertirá un nuestro mejor aliado.

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