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Aparición y extinción del cotorravirus

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Los cotorravirus. Ante el maldito coronavirus, que nos tiene a la mayoría confinados y a otros trabajando para frenar su expansión, producir alimentos o informarnos, está emergiendo una nueve especie, una minoría de autoproclamados sabios, ignorados e ignorantes hasta ahora, y que en los pocos pero largos días de crisis se han vuelto especialistas en todo. Estos son capaces de aconsejarnos sobre salud sin ser sanitarios, sobre cocina sin ser cocineros, sobre psicología sin ser psicólogos, sobre literatura o música sin proceder del mundo de la cultura y sobre cualquier especialidad profesional, aunque nada tenga que ver con la suya. Esta nueva especie –conductualmente hablando– bien podría proceder de un cruce entre algunos individuos y las cotorras. De los primeros habrían heredado rasgos de personalidad como la falta de autocontrol y la autosuficiencia, de los pájaros sus deseos de abandonar su hábitat habitual e invadir las zonas de los demás. La gestación final lleva a una involución y a la aparición de los cotorravirus, individuos que, desde el punto de vista del comportamiento, son una plaga invasora de la que la mayoría debemos huir y ponernos a salvo.

Esperando a Ona. Dejando a los citados individuos incapaces de vivir en entornos estables, que se extinguirán como expertos para volver a sus ocupaciones habituales, la inmensa mayoría emplearemos la resiliencia para afrontar lo negativo y la empatía y el optimismo para visualizar lo positivo, como la llegada masiva de una pequeña plaga benéfica representada por miles de bebés. Si en todo el estado nacen una media de 30.000 bebés al mes y cada buena nueva es esperada por al menos 3 o 4 familias, en más de 100.000 hogares estamos preparándonos para la llegada de un nuevo ser a este complicado y, a la vez, maravilloso mundo. Ona está previsto que llegue a mediados de abril, y otras familias recibirán a David, Lucía, Bruno, Thiago, Martina, María... un pequeño ejército de recién nacid@s que aterrizarán entre nosotros llenándonos de ilusión. Quizás un confinamiento reflexivo nos lleve a plantear qué sociedad queremos dejarles: la de los excesos que nos llevaba a coger un avión en Madrid para ir al último rincón del mundo a celebrar una despedida de solteros, la que nos lleva a viajar de Barcelona a Madrid porque hay una superoferta, la de comer o beber sin que ello tenga nada que ver con el hambre o con la sed o apostaremos, finalmente, por la sociedad del equilibrio? El confinamiento debería servir también para que reflexionemos sobre qué modelo de sociedad queremos dejarles a Martina, Thiago, Júlia, Alexandra…Agradecimiento. A todos los profesionales de la sanidad, la seguridad, el periodismo, la cultura o de otras profesiones que ejercen habitualmente y que ahora intensifican de forma abnegada su dedicación, son ellos el mejor ejemplo de lo que queremos que sea nuestra sociedad. Son personas más conectadas por los valores que por las redes sociales, redes, estas últimas, capaces de producir más nudos y aislamiento que conexión personal. Sea como sea nuestra sociedad, hará bien en no olvidarse de estos profesionales que hoy piensan más en nosotros que en ellos mismos.

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