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Cruzando la línea

Cruzando la línea

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Esta no es una película sobre arrabales del mundo de la droga, vuela alto, va a la caza de personas a la sombra de aquel Pablo Escobar omnipresente narcotraficante y líder del temible Cártel de Medellín y no se centra ni en cantidades, ni en los modos en que miles de kilos de cocaína cruzaban y siguen cruzando las fronteras con Estados Unidos. Infiltrado, basada en hechos reales, al margen de buscar a los hombres fuertes, se mueve entre banqueros, entre aquellos que desplazan el dinero negro y por ello se traspasa la línea para ganarse la confianza de gente, como diría Chester Himes, más peligrosa que un ciego con una pistola. Bryan Cranston, en la cresta de la ola desde la magistral serie Breaking Bad, potente con su sola mirada, esa que aprecian los directores de cine porque lo controlan todo, es aquí un agente de la DEA infiltrado hasta las vísceras, adoptando una identidad que como en aquella Donnie Brasco protagonizada por Johnny Depp, también introducido entre hampones, crea complicadas relaciones familiares, vínculos afectivos con quien no se debe, dejando aire de amargura incluso cuando se sale indemne y con el deber cumplido. Infiltrado posee aire veraz, no se deleita en la violencia y mantiene un buen pulso interpretativo gracias a ese gran actor y a un reparto de secundarios veteranos en estas lides como John Leguizamo, y donde también podemos apreciar al mallorquín Simon Andreu y a Elena Anaya. Con las series que van dos pasos por delante y con Narcos sobre Pablo Escobar, este buen ejercicio que es Infiltrado queda un tanto eclipsado. Por eso, y porque el muestrario de películas con similar temática es ya considerable.

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