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Después del naufragio

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La pasada edición de Animac trajo al holandés Michael Dudok de Wit juntamente con su magnífica obra, de trazo limpio, en ocasiones triste como un poema triste, en el que el dibujo lo explica todo, donde el diálogo es innecesario para mover los hilos de la emoción. Ganador de un Oscar por su cortometraje Father and Daughter, ese recorrido sentimental en bicicleta en busca de un reencuentro que el paso del tiempo y la cruda realidad retrasó, y nominado de nuevo con esta La tortuga roja. Un trabajo de sencilla precisión, delicado, expuesto en una amplitud marcada por la soledad de un náufrago, su aislamiento en una isla desierta, en el paso de los años, en esa enseñanza vital, en la que nace un realismo mágico que describe el amor y la verdad inventada, en una parábola que resulta ser un ejercicio de sabiduría que nace desde las cosas más simples. Desde esa tortuga roja a unos divertidos cangrejos, desde los bosques de bambú a la inmensidad de un mar tan sosegado como terrible. La tortuga roja es una película que no rehúye del ciclo vital, en el que todo tiene su momento de vida y también de muerte. No se edulcora sino que muestra sus afectos, su desesperación y su melancolía de un modo natural, sin dar giros, sin necesidad de complacer en todo momento si no de reflexionar, de invitar a interpretar la historia, comprenderla, percibirla como lo que es, una delicada mirada sobre la existencia, sobre esa maravilla que en definitiva es vivir. Dudok de Wit se erige como uno de los pilares de la animación europea, arropado por los míticos estudios Ghibli del no menos mítico Hayao Miyazaki, y llamado a realizar nuevas obras maestras de la animación, sin duda.

LA TORTUGA ROJA Director: Michael Dudok de Wit Cine: Screenbox Funàtic 4/5

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