Ciudad de ratas

Hay encerrada en esta acerada película una frase que define perfectamente el núcleo de la historia: “En esta ciudad, estés donde estés, nunca estás a más de cinco metros de una rata”, y esa ciudad es Washington, el corazón político estadounidense y lugar donde convergen muchos de los intereses empresariales de ese país. El caso Sloane disecciona con bisturí las estrategias, la ferocidad entre intereses cruzados, las tácticas nada escrupulosas de especialistas en llevarse a su terreno las causas que defienden.

Aquí, centrándose en el enfrentamiento sin tregua de una insomne ejecutiva intuitiva y astuta, con métodos tan hábiles como poco éticos para derrotar a sus oponentes, los miembros de su anterior empresa, que defienden al poderoso lobby de las armas. Ella trabaja ahora para una firma con bastante menos entidad, que tiene como reto el obtener el apoyo político para fastidiarles el negocio.

Todo ello forma una compleja partida de ajedrez en la que Elizabeth Sloane es la gran jugadora, la que maniobra con pericia cada una de sus piezas, siempre intentando ir por delante de cada jugada, de cada movimiento, utilizando cualquier fisura emocional, cualquier manipulación profesional con tal de aplastar a sus oponentes.

Entre legislaciones que varían según los intereses que se promueven y sorpresivas maniobras, John Madden construye, en parte gracias a un contundente guión y una admirable y vertiginosa interpretación de Jessica Chastain, un demoledor retrato en torno a los que ostentan el poder, ratas vigiladas por cucarachas, y de paso otorga una posibilidad de redención a una verdadera líder de los despachos, una implacable exterminadora de ratas.