SEGRE
Después del infierno

Después del infiernoSEGRE

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Como el monumental documental de Claude Lanzmann Shoa; como el conciso Noche y niebla de Alain Resnais; como el escalofriante escrito Si esto es un hombre de Primo Levy; como películas reconocibles como La lista de Schlinder de Spielberg, El pianista de Polanski o la estremecedora El hijo de Saúl de László Nemes, todo son muestras perennes de una ciclópea tragedia, de actos de monstruosa magnitud, el holocausto, el exterminio de millones de judíos. Una herida abierta que supura sin cesar por más años que pasen. Trasladar esa pena infinita, esa injusticia sin Dios, a terrenos tragicómicos es tarea delicada que camina por la cuerda floja, como La vida es bella del histriónico Roberto Benigni o El tren de la vida de Radu Mijahileanu. Y esa mirada reflexiva con dosis de humor que respira entre la aflicción es visible en Bye Bye Germany, una historia sobre un grupo de sobrevivientes de campos de exterminio que, entre las ruinas de una derrotada ciudad alemana, anhelan emigrar a América, mientras van ejerciendo de granujas de medio pelo, de pícaros vendedores de ropa del hogar que engañan a aquellos que se hicieron los tontos cuando exterminaban a casi toda una raza. El realizador Sam Garbarski desarrolla entre la comicidad de pillos en acción una rara historia de amor, la fidelidad de un perro cojo y el poso agrio del drama en la memoria que siempre regresa, una investigación surrealista sobre un supuesto colaborador de nazis por haber sido un buen contador de chistes. Todo ello condensado en una película de supervivencia en busca de una vida mejor, algo que no debiera costar mucho después de haber vivido tanto en el centro del infierno.

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