Desde el infierno

Esta es una película que incomoda porque lo que transmite es de una crudeza feroz, tan implacable hacia todas direcciones que irrita, que indigna, que te aloja en el lado salvaje de la vida, esa de la que solo nos llegan los ecos. En realidad, nunca estuviste aquí nos lo hace sentir entre el ruido urbano, los callejones, los hoteles donde suceden cosas aberrantes, donde nada es lo que parece, donde la moral es una palabra inexistente. No hay adornos en esta película, todo es austero, parco, inexorable, donde un impresionante Joaquin Phoenix, veterano de guerra, con severos traumas infantiles y adultos, y una nada disimulada vocación suicida, se dedica a rescatar a menores de las garras de los explotadores sexuales. Con esa etiqueta, bien podría pasar por un héroe al que le justificamos cualquier tipo de violencia, cualquier comportamiento, pero no, la directora escocesa Lynne Ramsay lo ha despojado de arquetipos ya vistos en infinidad de ocasiones, rompe el modelo y le hace vivir el drama con retorcida personalidad en esa soledad que lo inunda, en ese pesar que lo acompaña siempre, en la relación con su madre que es el único vinculo afectivo palpable. El Joe de En realidad, nunca estuviste aquí se compara con aquel Travis Bickle de Taxi Driver, aquel insomne justiciero de ciudad, y cierto es que existen algunos paralelismos, pero también más desconcierto, con adustas escenas enormemente magnéticas, como la de las profundidades del lago, entre la tristeza y el dolor, porque esta película destila mucho dolor, y a su vez, una gran profundidad en un personaje que no ha de liberarse de sus fantasmas, porque el infierno no tiene puerta de salida.