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Pacífico toro de lidia

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No se deben mezclar las cosas pero a uno le puede esa tirria monumental hacia las corridas de toros de banderilla y estoque. A esa España típica y tópica de vestido de faralaes y torero macarrónico. A esa España que no se sacude ese aire de postguerra ni hoy en día. Hay en este renovado que no superado Ferdinand –no olvidemos que se trata de una popular historia escrita e ilustrada por Mungo Leaf y Robert Lawson, que Disney adaptó para un corto animado que se llevó el Oscar en 1939– esa visión dulce del toro pacífico, que gusta de sentarse bajo su árbol favorito y oler flores, que es un miembro casi humano de una familia, después de haber superado el trauma de vivir en el cortijo de un matador y de sufrir la pérdida del padre en el ruedo. Ferdinand es un morlaco que, pese a sus esfuerzos por evitarlo, acabará en la plaza frente al diestro que ya perdió la cuenta de los astados que mató. La película guarda su rollo antitaurino utilizando lo más manido de la llamada piel de toro –valga la redundancia–, coloca personajes que forman una variopinta pandilla a la fuga y una niña con perrito incluido que son el refugio de este toro nada bravo. Tal vez sea tan solo una sensación, pero Ferdinand, a la que no se le puede negar una muy detallada y minuciosa recreación de lugares como Ronda, Sevilla o Madrid, maneja con picardía los hilos de la emoción, del manejo de la crueldad camuflada, como hizo en su día Disney con la famosa muerte de la madre de Bambi, o con el sadismo de aquella Cruella de Vil que quería desollar cachorritos en 101 Dálmatas, para acabar con finales felices después de haber acongojado al personal. Pero eso sí, el torito es un amor.

FERDINAND Direcció: Carlos Saldanha. Cines: JCA Alpicat i Urgellenc (Tàrrega). ★★★✩✩

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