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Pasados por agua

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EL GRAN BAÑO

Cines: Screenbox Funatic y JCA Alpicat.


País: Francia.

Director: Gilles Lellouche.

Intérpretes: Mathieu Amalric, Guillaume Canet, Benoît Poelvoorde, Jean-Hugues Anglade, Virginie Efira.

★★★
Es algo singular, se podría decir que la comedia francesa de los últimos años ya es sinónimo de taquilla segura en aquel país y, de rebote, repercute en la de otros porque han logrado imprimir un sello más allá de la calidad del producto que se ofrece. En un buen número de ellas hay discurso fácil y se busca la fibra emocional para dejar en el espectador una sensación de haber visto una película amable, que apela a la felicidad antes que ahondar demasiado en la tara de sus personajes. Esto lo manejan con bastante destreza, y no se les puede negar que en ocasiones aciertan de pleno, y cuando no acaban de dar en la diana, al menos no reciben zarpazos.

El gran baño no se esconde, se fabrica con la misma matriz que aquella exitosa película británica de Peter Cattaneo rodada en los noventa, Full Monty. Lo que sucede es que cambia el sentido. Los que allí eran aprendices de strip-tease, aquí son desastrosos aspirantes a formar un equipo de natación sincronizada masculina, y no tienen nexos comunes dentro de un problema laboral conjunto sino que forman estratos muy calamitosos dentro de sus ámbitos tanto profesionales como familiares. Lo que sí los conexiona es que son un retrato social de sus respectivos países, de aquella Gran Bretaña que los abocaba al paro y, en estos, de una Francia que ruge porque se han cargado buena parte de aquella joie de vivre.

Para contarnos el proceso de entrenamiento de tan pintoresco grupo, de su personal cuadro humano, de sus frustraciones y sus estados depresivos, el reputado actor Gilles Lellouche se coloca tras las cámaras y se rodea de un magnífico grupo de actores que claramente se mueven más por fidelidad que por lo que el guión ofrece. De por sí, nombres como el de Mathieu Amalric, Guillaume Canet o Benoît Poelvoorde ya forman en sí mismo un reparto de auténtico lujo, y se esfuerzan por acoplarse dentro de una comedia con excesivos puntos muertos y a la que le sobra metraje, algo que contrarrestan con un simple gesto, una mirada cómplice o un “déjame a mí” para subir el listón.

Estrafalarios, perdedores casi vocacionales, voluntariosos y sufridos, este grupo, junto a sus dos curiosas entrenadoras –una de ellas con vara de sargento que arranca algunos de los mejores momentos del film–, buscarán su triunfo, fugaz tal vez, improbable en la vida real, pero que pueden lograr porque desconocen que es imposible. Y es que el mensaje en la comedia francesa, sea buena regular o mala, siempre apela a encontrar el lado bueno. Seguramente, esa sea la clave de su éxito.

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