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Bailar en el infierno

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ESTO NO ES BERLÍN

Cine: Screenbox Funatic.


País: México, 2019.

Dir.: Hari Sama.

Intérpretes: Xabiani Ponce de León, José Antonio Toledano.

★★★★
El cine mexicano parece ganarle la partida a otros cines del otro lado del Atlántico que en su día marcaban claros avances en estilo y nuevas fórmulas para retratar territorios juveniles y de adolescencia rebelde. Del cine argentino de los años 90, con títulos como Pizza, birra y faso, de Bruno Stagnaro e Israel Adrián Caetano, y su retrato de delincuencia precoz y desinhibida, o de aquella oda a la violencia del cine brasileño como fue Ciudad de Dios, de Fernando Meirelles y Kátia Lund del 2002, que dejaba bien a las claras un presente nefasto y un futuro peor para la juventud de las favelas, queda más bien poco. México sorprendió en 2014 con Güeros, de Alonso Ruizpalacios, un drama sin ínfulas, en un pretendido blanco y negro, y tan verdadero que cosechó elogios y premios por igual, o sea, muchos.

Ahora, el realizador Hari Sama propone con Esto no es Berlín una mirada retrospectiva a la juventud que él vivió en primera persona, a un país encasillado, clavado y totalmente distanciado de movimientos contraculturales europeos que afloraban en ciudades como ese Berlín de la década de los 80 y 90. Sama se centra en el tiempo del campeonato mundial de fútbol de México’86 y en un joven, su amigo y la hermana de este, de familia bien, en un aprendizaje subterráneo hacia lo contestatario, hacia nuevas músicas como el punk, incluso a recitar versos de Patty Smith hacia el poeta temprano Rimbaud en clase.

Existe un rechazo de la pandilla hacia los cambios que sufren sus colegas, que pasan de un gamberrismo light y videojuegos a un territorio que estalla en inconformismo total, en sexo y drogas duras, en arte contestatario, en performances críticas, en una vida de garito nocturno.

Pero en Esto no es Berlín también hay bifurcaciones que caminan paralelas, drama, descontento, núcleo familiar quebrado, dudas a la hora de ser diferente del resto, a resistirse sin cambiar el fondo o de tener al lado a esa especie de tutor que lo aconseja ante ese mundo de nuevas sensaciones subversivas, rol que se ejerce el propio Hari Sama.

La película retrata un momento en México donde hubo esa especie de revolución contestataria que experimentó cambios radicales, ese aire de libertad amplia para encontrar caminos de expresión y creatividad, pero también hay cierto aire de moralina, de aviso de los peligros de estar en el ojo del huracán, del tributo que hay que pagar cuando se baila en el infierno. Eso reblandece el discurso, aunque los mexicanos y su cine estén hoy por hoy a la cabeza y no piensen frenar.

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