SEGRE
Dura de pelar

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ANNA


País: Francia, 2019.

Director: Luc Besson.

Intérpretes: Sasha Luss, Helen Mirren, Luke Evans, Cillian Murphy.

Cine: JCA Alpicat.

★★★★
La crítica casi nunca ha estado del lado de Luc Besson, lo ha encontrado desmesurado y con trampas camufladas en sus espectáculos visuales, pero se ha construido una filmografía que generalmente ha hecho que el público se lo pasase bien gracias a su impactante visión de exhibición cinematográfica.

Sus películas son conocidas, desde El profesional (Léon), pasando por Juana de Arco y hasta El quinto elemento, y todas ellas mantienen su estilo. En su historial, también caben títulos no tan populares pero que curiosamente guardan el encanto de aquel al que le gusta probar, como la comedia negra con reparto de lujo Malavita, o la adaptación de un personaje de cómic del gran Tardi, Adèle Blanc-Sec en Adèle y el misterio de la momia.

Pero donde este realizador francés pone mucho de sí es con sus heroínas incomprendidas, ansiosas de una libertad que se les niega obstinadamente y convertidas en unas perfectas máquinas de matar, letales en el cuerpo a cuerpo y cruzando la línea con descaro convirtiéndolas en asesinas sin escrúpulos.

Lo vimos en films como Nikita, dura de matar, en Lucy, y ahora con su protagonista, la modelo Sasha Luss, en Anna, donde descarga toda la rabia, toda la furia de un personaje maltratado por la vida y enrolado en las filas de la KGB para convertirse en un ángel exterminador invencible.

La película se inicia en 1985, momento en que el servicio secreto ruso se encarga de quitar del medio un buen número de espías de la CIA por la vía rápida, abriendo un tiempo tormentoso donde entrará en acción Anna. Besson juega avanzando y retrocediendo en el tiempo hasta llegar a los 90, donde el personaje central se convierte en modelo en París y, a su vez, en brazo ejecutor infalible, bien dirigida por una veterana Helen Mirren como alto cargo del espionaje ruso. Y es en una trama con idas y venidas, doble juego y escenas imposibles donde todo tiene cabida, desde persecuciones en automóvil hasta enfrentamientos sumamente violentos, aliñando el exceso con momentos de sexo y roces varios con miembros de ambas partes en conflicto.

El resultado está cargado de tópicos, juega con el tiempo con insistencia, intenta dotar de personalidad un personaje moldeado en hielo y coloca toda su razón de ser en momentos de feroz agresividad, que es lo que Besson busca más allá de un sentido coherente a la historia, sabedor y veterano cineasta, que eso es lo que a la postre le va a dar mejor resultado ante un público expectante y con la adrenalina a flor de piel.

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