Vivir del cuento

Trasladar el cuento clásico a la gran pantalla no da para más y del pobre Charles Perrault, creador de La bella durmiente, solo queda el recuerdo de niños de otras épocas. La Disney, que en eso de fabricar sobre lo fabricado es experta, le dio un giro radical a la historia y estrenó Maléfica, con poderío en efectos y criaturas, con un protagonismo total hacia aquella bruja a la que hirió el amor y que se convirtió en una mala sin vocación de serlo. Y allí estaba Angelina Jolie que todo lo eclipsaba, y claro, fue un éxito comercial rotundo. Como decíamos que Disney no pega puntada sin hilo, pues cinco años después nos presenta esta secuela, Maléfica: Maestra del mal, y lo hace con seres fantásticos de todos los tamaños y colores, una boda real para unir alianzas entre la protegida de la que en teoría es la mala de la película aunque no en la práctica, y un soso príncipe, y todos dispuestos a ser felices y comer perdices. Pero claro, la carta aquí la juega la gran Michelle Pfeiffer, que toma su rol de reina cínica y pérfida a la perfección bajo ese rostro de la gran actriz que es. Y la Jolie y la Pfeiffer salvan lo que en realidad es una historia llena de detalles inconexos, en la que casi todo es secundario, incluso la aparición de seres alados parientes de Maléfica que parecen salidos del planeta Mongo de las historias de Flash Gordon, todo en beneficio del espectáculo que es lo que predomina entre cursilerías varias y discursos de manual. Porque hay que seguir viviendo del cuento.

Pero resulta que, al fin y al cabo, lo que uno diga o piense sobre esta película tiene muy poca validez viendo la cara asombrada y entusiasmada de mi sobrinito al salir de la sala. ¿A él qué le vas a contar?