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El mar y el tiempo

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EL FARO


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: Estados Unidos, 2019. Director: Robert Eggers. Intérpretes: Willem Dafoe, Robert Pattinson. Cines: JCA Alpicat.

★★★★
Un barco surca las frías aguas hacia una pequeña isla. Desde la proa un viejo farero, de esos que elogian al ron al brindar, que cantan canciones de naufragios y que están seducidos por el halo de luz que se abre paso entre la niebla, y su inexperto ayudante, sin vocación, tan solo ocupando un lugar de trabajo y de paso borrar un oscuro pasado, divisan un faro que destaca sobre las rocas rodeado de gaviotas que no cesan de graznar.

En un blanco y negro rabioso, contrastado, en una fotografía potente, enmarcada en un formato que nos remite a las obras cinematográficas de antaño, puras en esencia, el realizador Robert Eggers, tras su debut con La bruja, se convierte en un cineasta de culto con esta película, tan bella como misteriosa, tan poética como feroz, tan triste como salvaje.El faro, enmarcada en lo más recóndito de Nueva Inglaterra a finales del siglo XIX, deviene en un duelo interpretativo de dos actores espléndidos metidos en la piel de sus personajes hasta el alma, con un Willem Dafoe tosco y abrupto, conocedor de los monstruos marinos que trastocan la imaginación, un hombre de sentimientos pétreos e irrazonables, y un Robert Pattinson carcomiéndose día a día en penosos trabajos bajo las inclemencias de un clima que cala hasta los huesos, en un perseverante asedio de las aves, en medio de la nada y que convierte el tiempo en algo que no se puede medir ni contabilizar.

Son dos hombres encerrados donde la soledad es un todo, donde cada detalle se hace evidente y el misterio se cierne sobre ellos, donde va aflorando el odio del uno hacia el otro, la resistencia entre dos seres opuestos que amenaza tormenta, una interior, y otra que eleva la espuma de las olas hasta golpear y barrer inmisericorde la isla. El faro contiene ecos de las historias del escritor Herman Melville, criaturas monstruosas que viven en el pensamiento, sirenas talladas en marfil o poseídas por el sueño del hombre perturbado.

Esta es una película que avanza desde el silencio, desde la contención y la lucha interior tenaz hacía lo insoportable, hacia el trastorno y la demencia que se adueña de la película a cada paso hasta llegar al paroxismo en su fatigoso transcurrir entre las brumas del alcohol y la naturaleza encolerizada, entre la lucha de dos seres abandonados bajo un temporal de ira y atmósfera insana.

Y esa fotografía de Jarin Blaschke fascinante, hipnótica en torno a un faro de piedra centenaria, de madera carcomida por el salitre, donde solo pueden sobrevivir las bestias del mar y el tiempo.

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