SEGRE
La vida que duele

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EL PLAN

País: España, 2019.

Director: Polo Menárguez.

Intérpretes: Raúl Arévalo, Antonio de la Torre, Chema del Barco.

Cine: Funatic.

★★★★
Acostumbrado a comedias de sal gruesa, provocadoramente tontas, uno se descubre ante directores osados, creativos, resueltos a crear en el espectador esa angustia que los saque del atolondramiento. No son directores que busquen el beneplácito, sino que revisten su trabajo con objetividad aún a costa de que el suceso o las cosas que cuentan no hagan ninguna gracia.

El joven realizador Polo Menárguez, que no tiene ningún interés por la condescendencia a cambio del aplauso, y que es valiente en llevar a la pantalla la obra teatral de Ignasi Vidal, nos mete con El plan en las tripas de un estado de ánimo, de una verdad que duele y de una historia que utiliza la excusa para exponer un relato escalofriante, de esos de los que nadie quiere saber nada, pero que están ahí porque suceden.El plan se abre como una comedia desesperada, con esos tres amigos quedando por la mañana en la casa de uno de ellos para llevar a cabo un plan –que, por cierto que no sabremos cuál es–, pues con ese pretexto lo que se desarrolla es un estudio de personajes sacados de un tejido social deteriorado por crisis personales, esas que derivan de haberse quedado sin trabajo, de haber sido serviles guardias de seguridad hasta que los pusieron de patitas en la calle por esas artimañas empresariales que rompen familias y vidas, algo que se ha convertido en un mal endémico.

Rodada prácticamente en el interior de un piso, cada uno de ellos se presenta, uno con nerviosismo latente, todo visceralidad; otro, con aire de estar siempre en fuera de juego, porrero impenitente con poca energía y, el tercero en cuestión, con aire filosófico de manual que tiene lagunas existenciales.

La cámara es inquieta, los repasa y los acompaña en sus discusiones, en ese ir a ninguna parte, en hechos puntuales que los van a marcar gravemente, cosas que suceden por casualidad o porque se intuían, fomentando el drama en personajes huérfanos de un presente y apoyándose o rechazándose según transcurre la mañana, abonados a un tiempo que los agobia.

Polo Menárguez utiliza al principio recursos de comedia fáciles como un disfraz que esconde la cruda realidad, diálogos corrientes, hasta que avisa con una descarga de adrenalina para llegar a dar un giro radical a la historia, terrible, incómodo, arriesgado.

Con unas interpretaciones seguras y admirables, El plan abre una fisura tremenda en un drama nada complaciente, que hiere incluso. Es ahí donde Menárguez asume el riesgo, tal vez el reproche, pero también el valor de mostrarlo.

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