Simbiosis musical admirable

BALLET, MÚSICA CLÀSSICA

Array No quiero pasar por lo que no soy. Ni soy especialista en ballet ni tampoco un gran entendido en música clásica, más allá de saber apreciar y disfrutar del trabajo artístico en una buena actuación de bailarines o de una orquesta más o menos reputada ejecutando tal o cual pieza del repertorio de alguno de los compositores mayúsculos que todos, con cierta sensibilidad, tenemos en la cabeza. Eso sí, de lo que sí que me considero capaz es de valorar una propuesta de manera global, sabiendo resaltar la buena conjunción y armonía de sus elementos, el ritmo escénico alcanzado y, en el mejor de los casos, si todo ello logra causar cierta o –quizás– mucha emoción en el espectador que asiste a la sesión en vivo que se ha puesto a su disposición.

En el caso del espectáculo Dancing Vivaldi, un montaje que, se nos antoja, observa no poca complejidad –aunando al coro del Orfeó Lleidatà, a la Orquestra Simfònica Victoria de los Ángeles y al PAR (Programa d’Alt Rendiment per a Joves Ballarins que impulsa la Factoria Cultural de Terrassa)–, para brindar una pieza que logra cumplir de sobras cualquier expectativa a priori. Aprovechando el efecto motivador y agradable que la música barroca suele producir en el público (piezas de Vivaldi, Bach y Purcell, en este caso), la misma fue interpretada de forma primorosa por la OSVA, dirigida por Pedro Pardo, ayudando a catalizar de la mejor manera posible el trabajo, asimismo brillante, del coro y del grupo de jóvenes bailarinas y bailarines del PAR, coreografiados por Rodolfo Castellanos, reconocido bailarín y coreógrafo cubano, y por el norteamericano Jamal Callander, prestigioso profesional bailarín también. En resumen, una simbiosis musical más que reseñable en la que las coreografías de lenguaje moderno ejecutadas casaron perfectamente tanto con la música escogida como con el contrapunto hermosísimo del coro, luciendo todos a muy buena altura.