Políticamente incendiario

CANCIÓN DE AUTOR

Saben… Cervià de Les Garrigues en uno de esos pueblos por los que no pasas a no ser que vayas ex profeso. Con poca población, no llega a los 700 habitantes, es admirable que hayan logrado organizar un par de conciertos del estrellón Manu Chao, logrando aforar la sala en ambas ocasiones con un total de 1.100 espectadores, es decir, bastante más que la población normal de la localidad. Suponiendo que todos los vecinos fuesen a escuchar al artista franco-español, al menos una vez, no cabe duda que su atractiva presencia artística hizo que mucha gente de fuera del pueblo acudiésemos también reclamados por este creador que lleva ya casi cuatro décadas desplegando un singular mensaje que se ha convertido en poco menos que la banda sonora de los movimientos antiglobalización, de la reivindicación social contra el “gran hermano” capitalista y de defensa del medioambiente.

El caso es que, en formato de trío acústico, respaldado por el guitarrista argentino Lucky Salvadori y el percusionista uruguayo Mauro Mancebo, ambos excelentes músicos que apoyaron también en las voces, el cantautor parisino brindó dos horas largas de actuación sin pausa, literal. Interpretaron casi cuarenta canciones sin solución de continuidad, apenas sin beber y empalmando un tema tras otro sin descanso, espoleados por un público que no paró de jalearlos, corearlos y aplaudirlos y cuyo aliento fue la gasolina necesaria para los mensajes políticamente incendiarios que el ex de Los Carayos y Mano Negra no paró de proferir. Magnífica, pues, la iniciativa del ayuntamiento de la localidad y del propio artista de programar estos conciertos a precios populares, organización perfecta y sala, luces y sonido razonablemente bien conseguidos, en una demostración palpable de que no hacen falta grandes aspavientos organizativos, publicidad excesiva y medidas de seguridad exageradas, para lograr éxito con un evento musical de estas características, casi “clandestinas”.

Seguro que el bueno de Manu piensa lo mismo y repetirá las veces que hagan falta. La localidad de Cervià se lo merece, sin ningún tipo de dudas.