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CRÓNICA POLÍTICA

“El virus está frito”, pero la gente más

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“El virus

está frito, porque el confinamiento ha sido eficaz. No tiene a quién infectar. Sin vacuna, era la única forma de combatirlo.” Esto afirma un optimista y científico –por su condición de médico forense–, Guillermo Fernández Vara, presidente de Extremadura. Se logrará superar, si no lo estropeamos con unas cuantas fiestas, como en Lleida, Ceuta, Totana o Cuenca. La imprudencia de algunos perjudicó a sus vecinos. Atención.

Pero además del virus, quien está frita de verdad es la ciudadanía: frita, sobre todo, por los enfrentamientos políticos. Cada semana es peor. El Congreso huele a reyerta. La Comisión de Reconstrucción, que debería ser sagrada porque de allí debe surgir la esperanza de una reactivación económica, es teatro de graves acusaciones, como en las páginas más penosas de nuestra historia. Lo que se anunció como unos Pactos de la Moncloa 2 ha quedado en disputas continuas. Ni rastro de consenso. Derecha e izquierda cuentan con distinguidos combatientes de dialéctica agresiva que, además de crispar al personal y minar su confianza, contraprograman la estrategia de sus partidos, o la de sus socios. En el PP son conscientes de que la acusación de Cayetana Álvarez de Toledo a Pablo Iglesias (“Usted es hijo de terrorista, la aristocracia del crimen político”) perjudica a Pablo Casado porque lo tapa y lo desdibuja como alternativa de Gobierno. La FAES de Aznar apoya a Cayetana, mientras los barones del PP se lamentan. Alberto Núñez Feijóo, que considera que lo de Cayetana fue un error, afirma rotundo: “Basta ya de estos espectáculos parlamentarios.” Narciso Michavila, excelente investigador demoscópico, advierte: “El que crispa pierde.”

Cayetana provocó por su cuenta a Pablo Iglesias, que no necesita demasiada ignición para dispararse. Iglesias se contuvo en un primer momento, pero se desbocó en la Comisión de Reconstrucción –y era el peor escenario, como ahora reconoce– acusando a Vox de “desear un golpe de Estado”. Palabras gruesas, demasiado graves, en sede parlamentaria. Petición de disculpas de Patxi López por no atajar el episodio a tiempo. También en este caso, la estrategia gubernamental de presentar el ingreso mínimo vital, que evitará la pobreza de más de dos millones de personas, pasó a un segundo plano porque Iglesias lo tapó. Aunque no falta algún dirigente socialista que, en privado, celebre su salida de tono, porque así se dejó de hablar de la tensión en la Guardia Civil, otro desafortunado lance de esta semana.

Cayetana e Iglesias tienen asegurado un buen futuro profesional, no solo como tertulianos, sino como eficaces contraprogramadores televisivos. Sus jefes respectivos, Casado en el PP y Sánchez como presidente del Gobierno, pueden dar buenas referencias de ellos, porque los sufren. La pena es que ocupen actualmente puestos tan importantes.

El asunto de fondo es que todo está bloqueado. La estrategia de la cacerolada gana adeptos, pero no conduce a ninguna parte porque en tres años no habrá elecciones; ni hay diputados suficientes para una moción de censura. Puede pasar de todo en ese tiempo, incluso que Podemos y el PSOE rompan; o que Esquerra Republicana, obsesionada por seguir a Puigdemont y Torra, retire definitivamente su apoyo a la gobernabilidad. Todo es posible, salvo que Pedro Sánchez se rinda. Eso es fijo en la quiniela.

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