SEGRE

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Ya hace tiempo que una marca de Japón puso en venta, no recuerdo si como protesta ecologista o simple promoción comercial, pantalones rotos por las grifas de algunas fieras –osos, tigres, leones– de uno zoológico de aquel país. Da la impresión que el ejemplo se ha acabado imponiendo en la ropa actual, al menos con respecto a los tejanos. En|A el libro Vagón de tercera, escrito a mediados de los noventa para|por Josep Vallverdú, que estoy leyendo para conmemorar el 95 aniversario del maestro, ya se recoge una noticia irónica a la apuntada tendencia textil, cuando los fabricantes de los también llamados vaqueros se pusieron a deshilacharlos, lavarlos en la piedra o aplicarles decolorantes. Unos stonewashed blue jeans valían en las tiendas más que aquellos que aparentaban estar todavía para estrenar. Ya no digo si, además, parecían cazados.

Explica Vallverdú la anécdota de un día que, mientras estaba en Viladrau tomando notas para Cataluña Visión, unos chicos se dedicaron a pasar uno y otro golpe con el coche por encima de una cazadora que habían depositado al suelo pleno de guijarros y barro, con el fin de conferirle aspecto de gastada. “Del recuerdo histórico, a la humanidad no se había dado nunca el caso de querer que un traje pareciera viejo desde el momento de la compra”.

Rememorando otras novedades indumentarias de su juventud, el escritor leridano evoca también el jersey, designado por algunas mujeres mayores|grandes de los pueblos lo jarsé, que adoptó el nombre de la isla de Jersey, también denominado suéter (de sweater, suador) o pulóver (de pull over, que se saca por arriba). La variante de esta pieza fina de lana abierta por delante, conocida popularmente como rebequeta, se diría|llamaría así, según Vallverdú, por|para la que lucía Joan Fontaine en la película Rebecca.

A su adelantada pero indescifrable edad, que nadie adivinaría a simple vista, el autor deIndíbil y la niebla viste con una elegancia una pizca casual, pero sin llegar a la informalidad de los desgarrones referidos más arriba. Su esposa Antonieta, alegre como un cascabel, que lo ha rejuvenecido por dentro y por fuera, lo hace ir al último grito de la moda, conjuntado como un maniquí de escaparate. La otra noche compareció con pantalones blancos, camisa magenta y americana gris perla. Incluso se ha dejado barbilla. No pude reprimir el reproche: ¿“Antonieta, como|cómo es que se lo permites? ¿No ves que lo hace más viejo? ¡Si parece un hombre de ochenta años”!

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