SEGRE

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Leo en el diario -y no me lo acabo de creer, gato escaldado- que dentro de tres años, el 31 de agosto de 2021, expirará sin más prórrogas ni excuses de buen cobrador la concesión del AP-2 y podremos circular gratis arriba y abajo, en dirección a ponente|poniente, España adentro (que últimamente ya no ve tan a gusto) o hacia la costa, un viaje que acostumbro a emprender unas cuantas veces cada verano y que a partir de aquella fecha será más rápido y cómodo: autopista gratuita en la playa.

¡Ay, la playa! Cuáles ganes de playa, después de una primavera con tantos fines de semana en remojo, durante la cual no hemos podido salir mucho de Lérida, ni para licitar en la montaña ni para ir a ver el mar. El mar siempre té razón, oigo que dice la nonagenaria Agnès Varda, bajo unos salvajes precipicios de Normandía, en la película-documental Visages villages, en castellano Caras y lugares, que vi días atrás en el Funatic, después de cenar en La Trattoria, situada en una casita de la calle Serra del Cadí, cerca de Rovira Roure, donde yo había traído a mi hija Júlia, que nada más ha acabado la carrera|cursa de Medicina (una hija médico, qué orgullo supongo que comprensible y qué bendición para uno pare aprensivo, tirando a hipocondríaco, sólo espero que no vaya por ginecóloga), cuando acogía la guardería El Gigante del Pino, y donde|dónde antes habían vivido los poetas Pere Rovira y Jordi Jové.

Del malogrado autor de Tierra incógnita conserven una fotografía enmarcada que colgaron unos amigos con motivo de un homenaje póstumo y que os enseñará, si se lo pedís, el chef Angelo, un simpático milanés de orígenes calabreses, aparte de serviros unes pizzas y unos platos de pasta estupendos. Precisamente, Jové dejó escritos unos versos que vienen a cuento del tema –uno de los temes– de este artículo: “Un sabor de sal./ Pereza de mar./ El corazón salvaje.” Por amistad con el Angelo, y por amor a una leridana, abrió en esta ciudad hace un par de años otra pizzería magnífica, La Búfala, al local de la calle Agustins, esquina con avenida de las Garrigues, donde había habido El Oasis, un turinés nombrado David que antes regentaba lo mejor ristorante de Cambrils, lo Amasa y hay bastante, con dónde hacía unos espagueti en el cartoccio envueltos en papel de plata que ya no cal recurrir un centenar de kilómetros para|por ir-los a degustar, aunque quizás pronto esté por una autopista sin peajes.

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