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Han votado gallegos y vascos sin grandes cambios en el ámbito interno, con Feijóo y Urkullu que han visto refrendado su estilo y se mantendrán al frente de sus respectivos gobiernos, y pocas sorpresas en esta ocasión con respecto a lo previsto en las encuestas. Han irrumpido las coaliciones de Podemos, pero menos de lo que se anunciaba hace unos meses porque no superan a Bildu en Euskadi y empatan a escaños con los socialistas en Galicia y lo que sí se ha corroborado es que los socialistas vuelven a obtener los peores resultados de su historia. Ya son demasiadas elecciones en las que los socialistas baten récords negativos como para mirar a otro lado y achacarlo a supuestos candidatos de perfil bajo, como los que se presentaban en estos comicios, porque reflejan un problema cuya responsabilidad no es exclusiva de Pedro Sánchez. Hay que recordar que también Rubalcaba cosechó en su momento los peores resultados de la historia y que durante toda la campaña desde las filas socialistas han surgido más voces criticando el liderazgo de Sánchez que pidiendo el voto a los candidatos vasco o gallego. Y por si había alguna duda, no hay más que ver las reacciones posteriores a los resultados electorales en las que de forma más o menos abierta se reclamaban dimisiones y se rechazaban las propuestas de Sánchez de abrir un congreso extraordinario. Pero no respondían a la pregunta de Iceta de si los socialistas hubieran obtenido mejores resultados en el caso de haber apoyado la investidura de Rajoy como reclaman los barones y líderes socialistas que cuestionan a Sánchez. Y esta es la cuestión de fondo que está dividiendo al PSOE: apostar por la gobernabilidad del país y facilitar la investidura de Rajoy o bien mantener su oposición a Rajoy, buscar una posible alternativa de izquierdas y en caso de fracasar resignarse a unas terceras elecciones. Es toda una paradoja que el perdedor de las elecciones de junio sea quien tenga que decidir el futuro de España y que desde sus mismas filas se le empuje a apoyar al antagonista, al adversario de toda la vida, a quien les ha despreciado durante toda la legislatura y a quien simboliza para las bases socialistas lo más despreciable de la vida política. Y además lo piden a cambio de nada, porque no consta que Rajoy haya ofrecido alguna contrapartida en aras de una supuesta gobernabilidad. Pueden seguir cosechando derrotas, pero al menos que no pierdan la coherencia.

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