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La Audiencia Nacional puede confundirse estos días con alguna sede del Partido Popular con el agravante de que en esta ocasión, sus dirigentes se sientan en el banquillo. Respondiendo de las tarjetas black de Caja Madrid y después Bankia, tenemos entre otros al que fue todopoderoso vicepresidente económico del Gobierno y aspirante a la sucesión, Rodrigo Rato y al íntimo de Aznar, Miguel Blesa, elevado a la presidencia de una de las grandes cajas por atesorar el gran mérito de compartir pupitre con el dirigente de la derecha. Y en las dependencias donde se juzga el caso Gürtel, hay nada menos que 17 antiguos cargos directos de primer nivel del PP entre los 37 acusados con el agravante de que entre estos figuran amigos o socios del yerno de Aznar, que incluso llegaron a financiarle parte de la boda, y personajes como el antiguo tesorero del partido Luís Bárcenas, además de acumular una notable fortuna personal, garantizaba sobresueldos a los principales dirigentes del partido, incluido Rajoy, e incluso aportaba supuestamente fondos no declarados para reformar la sede del partido. Conviene recordar que cuando se destapó el caso en febrero de 2009 con una redada ordenada por el juez Garzón, que al final le costaría su carrera, toda la cúpula del PP, con Rajoy en cabeza, comparecía denunciando la campaña contra su partido y negando cualquier irregularidad. Ahora, los últimos tres tesoreros del PP se han visto salpicados y la estrategia del partido se centra en que se anulen las pruebas y el caso y, sobre todo, evitar que tenga que declarar su presidente Rajoy, mientras que en otras dependencias el ex vicepresidente Rato se refugia en que las tarjetas por las que no pagaba impuestos formaban parte del salario. Se juzga toda una era del PP, la supuesta utilización de una trama para enriquecerse pero también para financiar al partido y garantizar sobresueldos a sus dirigentes y, por otra parte, la conversión de una de las grandes cajas españolas en un feudo particular que sirvió para financiar caprichos y vicios de la mayoría de sus directivos o consejeros. Y están en el banquillo quienes hace una década marcaban la política económica del país, pero a pesar de lo investigado y las evidencias, el PP intenta desmarcarse de los escándalos de corrupción en que se han visto involucrados algunos de sus dirigentes. Y, lamentablemente, las urnas siguen sin reflejar la indignación y el hartazgo por semejantes prácticas.

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