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El Pirineo de Lleida está viviendo un gran año a nivel turístico, con cifras de visitantes, 600.000 este último verano, que no se habían visto desde el inicio de la crisis. Este sector ya es desde hace años el motor económico más importante de este territorio, y por eso es una buena noticia que siga yendo al alza. El problema es, tal como reflejábamos en nuestra edición de ayer, el riesgo de que se acabe convirtiendo casi en un “monocultivo” por la decadencia del resto de sectores como el primario y el industrial. Así, el sector servicios, dominado por el turismo, ha pasado de tener el 68% de los afiliados a la Seguridad Social en 2008 al 76% en 2014. Precisamente, su trayectoria ascendente contrasta con el hecho de que la agricultura se ve perjudicada por la merma de las ayudas públicas y también con el sempiterno déficit en materia de comunicaciones. Y cuando hablamos de estas no solo hay que referirse a las infraestructuras viarias, sino a las telecomunicaciones, básicas en el siglo XXI y que en muchos municipios de la zona tienen un nivel propio del siglo XX. Como señalan los expertos, es necesario utilizar el turismo a modo de palanca para impulsar actividades como la agroalimentación o la artesanía de calidad. La diversificación económica es clave para garantizar el mantenimiento de la población en los distintos núcleos durante todo el año y no solo durante las temporadas turísticas. Por ello, hay que emplazar a las administraciones a mejorar de una vez vías básicas de acceso como por ejemplo el Eix Pirinenc –algunos de cuyos tramos se encuentran en un estado sencillamente deplorable–, las carreteras locales y las telecomunicaciones, además de los servicios básicos.

En este abandono histórico en lo que respecta a las inversiones públicas seguro que tiene mucho que ver el hecho de que, a pesar de representar el 18 por ciento del territorio del conjunto de Catalunya, las comarcas del Pirineo solo acogen al 1% de la población, pero es hora de que las múltiples proclamas políticas en favor del reequilibrio territorial que llevamos escuchando desde hace décadas se conviertan, de una vez por todas, en realidad. El Pirineo, y Lleida en su conjunto, se lo merecen y deben ser mucho más que una reserva paisajística para los habitantes de Barcelona y su entorno.

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