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Aún no ha empezado el invierno y ya tenemos a los ayuntamientos y consells de las comarcas del Pirineo indignados por el mal estado de las carreteras que las comunican por el llano, por los desprendimientos y caídas de rocas y por los cortes que padecen. Y tienen toda la razón del mundo porque para empezar, la N-230, la carretera que enlaza Lleida con la Val d’Aran, sigue siendo un punto negro permanente y estuvo cortada durante prácticamente todo el lunes por el accidente de un camión cargado con materias peligrosas, con desvíos larguísimos por carreteras como la N-260 que llevan años en condiciones tan precarias como la referida. No están mejor las cosas en la C-14, la que lleva a Andorra, donde los desprendimientos de piedras se han convertido en el pan de cada día hasta el punto de que según el alcalde de una localidad afectada es lo más parecido a una ruleta rusa que algún día provocará una tragedia si no se acometen las obras necesarias como el túnel de Tres Ponts, que la Generalitat promete licitar este año, pese a que en los presupuestos presentados ayer solo hay previstos 3.500 euros para el proyecto. Y para completar este penoso mapa de carreteras, ayer los desprendimientos se produjeron en la C-13, el eje del Pallars con tres horas cortado un carril en el término de Llavorsí. Los tres grandes ejes viarios del Pirineo han tenido problemas serios en estos días y no está mejor el pomposamente bautizado como Eix Pirinenc, la N-260, que duerme en el sueño de los justos desde que Borrell dejara de ser ministro y las obras llegaran a La Pobla de Segur y estamos viendo como los problemas en las carreteras secundarias se han trasladado ya a las carreteras de conexión del Pirineo con el llano absolutamente vitales para el desarrollo económico de las comarcas de montaña. Se ha multiplicado la densidad del tráfico, con proliferación de camiones en el caso de la N-230 y no se han acometido inversiones de mejora pese a las reiteradas promesas de convertirla en autovía hasta Sopeira, y en los otros dos ejes las obras prometidas para evitar los desprendimientos siguen sin concretarse primero por los recortes que han dejado las inversiones en carretera reducidas a su mínima expresión y después porque parece haber otras prioridades presupuestarias y hasta ha bajado la partida correspondiente a conservación y mantenimiento. Ojalá no tengamos que lamentarlo cuando haya otro accidente.

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