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El Banco Central Europeo (BCE) prolongará el programa de compra de bonos hasta diciembre de 2017, incluso más allá si es necesario. El plan tenía como fecha de caducidad el próximo marzo, pero los analistas daban por sentado que se ampliaría. La incógnita era saber si se mantendría el ritmo comprador o si la entidad levantaría el pie del acelerador, iniciando la retirada de estímulos. “No ha sido discutida”, afirmó tajante Mario Draghi, presidente del BCE, que como guardián del euro que es, quiere apuntalar la ligera recuperación económica y acercarse a una inflación, aún lejana, del dos por ciento. Para ello, el tipo de interés del BCE se mantendrá en el 0% y se seguirá cobrando a los bancos por sus depósitos. Las intenciones de Draghi son buenas porqué solo la mejora económica puede frenar el aumento de los partidos de extrema derecha y populismos varios, que ponen en entredicho el sueño de una Europa fuerte económicamente y abierta y libre en lo social para lo que se fundó la unión tras la Segunda Guerra Mundial. Pero los electores tienen siempre la última palabra y de la foto de Hannover del impulso europeo solo queda en el poder Angela Merkel, que tendrá que endurecer su discurso, ya conservador de por sí, si no quiere verse superada por la derecha. Tiempos difíciles que sin duda el bienestar social y la prosperidad económica pueden apaciguar. Diálogo e interlocutoresEl gobierno central aseguró que en esta legislatura, el diálogo con Catalunya sería una de sus asignaturas principales y para ello nombró a un subdelegado con talante abierto y designó a Soraya Sáenz de Santamaría como gobernadora general y le abrió un despacho exclusivamente para estos menesteres. Dos pasos sin duda inteligentes que, de momento, no han comenzado con la misma cualidad. Si Madrid quiere, y debe querer, afrontar el diálogo que corresponde con Catalunya no debe demorar el hablar con sus principales interlocutores, que no son otros que la Generalitat y los partidos mayoritarios.

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