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Todo el mundo tiene derecho a la presunción de inocencia y han de ser los jueces quienes determinen las culpabilidades, pero cuando se acumulan evidencias tan contundentes como está sucediendo en el caso de los padres de Nadia, se hace difícil mantener la ecuanimidad y no indignarse ante unos comportamientos que no pueden entenderse más que en el supuesto de graves patologías. Ya fue decepcionante comprobar cómo estos padres abusaron de la buena fe del conjunto de la sociedad y llegaron a engañarnos a todos en la campaña de solidaridad con su hija, con un grave perjuicio para otros afectados por enfermedades raras, generando dudas y provocando desconfianzas ante movilizaciones solidarias. Acabaron delatados por su espiral de mentiras con operaciones inventadas, supuestos viajes a Afganistán, un afán de lucro desmesurado y la compra de objetos de lujo que nada tenían que ver con la curación de la pequeña. Es vergonzoso que utilizaran la salud de su hija para obtener un beneficio económico y es razonable que el juez impusiera al padre una fianza similar a lo supuestamente estafado porque además había riesgo de fuga, pero ya supera cualquier límite y entra dentro de la depravación que utilizaran a la niña en fotos sexuales. Lo dice el auto judicial que abre una nueva investigación a los padres por “provocación sexual y explotación sexual” en base a las fotos descubiertas por los Mossos en un pendrive de su casa, y aunque el abogado diga que los padres están indignados y nieguen las fotos, hemos llegado a un extremo en que después de tantas mentiras su credibilidad está bajo mínimos frente a la investigación de los Mossos y el auto judicial. Hay que preservar la salud de la niña y dejar que la justicia siga su curso, pero también lamentar que la depravación humana pueda llegar a semejantes extremos. Trump y Rusia Que el presidente electo de la primera potencia reconozca que su principal adversario influyó cibernéticamente en las elecciones que le llevaron a la Casa Blanca y no pase nada es el primer símbolo del deterioro de la democracia. Y llegarán más.

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