SEGRE

Creado:

Actualizado:

El fútbol leridano vivió ayer un nuevo episodio bochornoso en el partido de Cuarta Catalana entre el Artesa de Lleida y el Bloques Juan Carlos, suspendido por el árbitro después de que los Mossos d’Esquadra tuvieran que protegerle del acoso de jugadores del Bloques, aunque no le llegaron a agredir. Este caso se suma a otros más graves registrados en menos de tres meses en competiciones provinciales, como el puñetazo al colegiado de un jugador del Cervera juvenil, la agresión del ya extécnico del Verdú a otro árbitro o la pelea entre familiares durante un partido infantil en La Bordeta hace dos semanas, donde la madre de un jugador del Miralcamp denunció haber sido agredida por el abuelo de otro del Bordeta B. Llama la atención que estos hechos sucedan en categorías formativas y amateurs, donde la presión competitiva es mucho menor que en las profesionales. Esta es la misma característica de la multitudinaria pelea entre familiares de jugadores que tuvo lugar la pasada semana en un partido infantil entre el Alaró y el Collerense, en Mallorca, que ha tenido una gran repercusión mediática. No cabe duda de que los responsables federativos deben ser contundentes a la hora de aplicar el reglamento disciplinario, pero también hay que preguntarse por qué proliferan tanto estas conductas violentas justamente en las categorías más humildes de este deporte de gran negocio en que se ha convertido el fútbol. Y la principal respuesta es que al ser un deporte de masas, el fútbol y su entorno no hacen más que reflejar la realidad de la sociedad. La falta de respeto hacia el adversario es algo totalmente habitual, comenzando por algunos de los futbolistas, entrenadores y dirigentes de los clubes más mediáticos y siguiendo por los protagonistas de ámbitos muy diversos, como la política. Otro factor que influye es la falta de civismo, como demuestran los reiterados actos vandálicos que sufre el mobiliario público y los excrementos de perros, papeles y todo tipo de residuos que pueden encontrarse cada día en la mayoría de calles, entre otros ejemplos. El mejor camino a seguir para erradicar la violencia en el fútbol y su entorno es, en primer lugar, instar a los miembros de los clubes de élite a ser ejemplares en su comportamiento, a lo que deberían estar obligados teniendo en cuenta las astronómicas cantidades que cobran. Y en segundo lugar, en una acción más a largo plazo, mejorar el nivel de civismo.

tracking