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El 11 de octubre de 2013 murieron 268 personas, entre ellas 60 niños, en el mar Mediterráneo. Huían de la muerte y la devastación que dejaba a su paso la guerra en Siria y se encontraron con la indiferencia de quienes no quisieron ayudar. En el barco viajaban un total de 480 personas que solicitaron ayuda por teléfono a las autoridades italianas, quienes tardaron cinco horas en socorrerlos.

El semanario italiano L’Espresso ha publicado las llamadas entre un hombre de la embarcación que se identifica como médico, Mohamed Jammo, con la Guardia Costera italiana. La primera llamada de socorro informa a Roma de que en la embarcación hay “100 niños, 100 hombres y 100 mujeres” y que “el agua está entrando” y el barco “hundiéndose”. La interlocutora italiana, después de conocer su posición, les facilita el número de las autoridades de Malta porque, según dice ella, la embarcación se encuentra “más cerca de esta isla”. La Guardia Costera Italiana insistía a los migrantes que debían llamar a Malta, pese a que la barcaza se encontraba 57 millas más cerca de Italia.

Jammo llama a Malta pero allí le informan que su ubicación está mucho más próxima a Italia. Ante tal contradicción, vuelve a llamar a Italia: “Por favor, dense prisa, el agua está entrando. Nos mueven las olas, se lo juro, el agua está entrando, estamos en una auténtica emergencia. El barco se está hundiendo”, explicaba Jammo a la guardacosta en Roma. Ella insistía una y otra vez en que se pusiera en contacto con Malta, pese a que el patrullero italiano Libra se encontraba a una hora y media de distancia del accidente, mucho más cerca que cualquier barco maltés.

Era la última llamada que realizaría Jammo en nombre de toda la barcaza. El teléfono se quedó sin saldo y ya nadie más volvió a contactar con ellos, pese a tener su número guardado y de la insistencia del doctor sirio de que no les “abandonaran”. El barco estaba naufragando, ya que un grupo de milicianos había disparado a la nave porque al parecer pretendían robar y secuestrar a los pasajeros, según explica L’Espresso. Al final, la barcaza no pudo soportar más y volcó, muriendo casi 300 personas.

No hace falta añadir nada más a este estremecedor relato, si acaso, como recordaba el pregonero de las fiestas de Lleida Lluís Caelles, que reflexionemos sobre el drama de los refugiados y en qué se ha convertido nuestra civilización y el legado que queremos dejar para la historia.

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