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Se atribuye al conde de Romanones la expresión de que si no quieres solucionar un problema, crea una comisión sobre el tema, y por lo visto en nuestras cámaras el símbolo del caciquismo parlamentario ha creado escuela y las comisiones parlamentarias creadas ad hoc se convierten en un escaparate de testigos que no aportan luz o lo niegan todo, mientras los portavoces ejercen de interrogadores audaces siguiendo los modelos televisivos.

Ahora mismo tenemos dos comisiones que investigan la operación Catalunya en el Congreso de los diputados y en el Parlament de Catalunya, aquí con el añadido de investigar también el llamado caso Vidal, como si tuvieran algo que ver, y en los dos casos hay problemas hasta para citar a los comparecientes hasta el punto de que algunos partidos se han ido de la comisión y otros bloquean a los testigos que no les parecen cómodos.

Mientras, policías que ocuparon cargos de responsabilidad van desgranando acusaciones en diversos medios de comunicación, dando por hecho que desde Interior se encargaron misiones específicas para seguir y vigilar a destacados políticos catalanes y auspiciar en su contra campañas de desprestigio, es decir la operación Catalunya, sobre la que ya se divulgaron grabaciones que implicaban al anterior ministro del Interior y al que era director de la Oficina Antifraude catalana.

Las acusaciones del excomisario Villarejo en el programa Salvados de Jordi Évole son todo un compendio, de ser ciertas, de cómo funcionan las cloacas del Estado, de cómo se han utilizado fondos públicos con fines partidistas y sobre todo de cómo responsables de defender la legalidad la vulneraban cuando tenían que proteger a unos, presionar a otros o promover campañas.

Cada cual concederá al excomisario Villarejo o a sus colegas Pino y Martínez Blas –que también han hablado– la credibilidad que quiera, pero es evidente que saben mucho sobre la operación Catalunya, sobre las cloacas del Estado y sobre el funcionamiento de Interior y que sus comparecencias podrían ser más esclarecedoras que las de algunos de los testigos que han comparecido y no han dicho absolutamente nada.

Si se quiere llegar al fondo de la cuestión, habrá que citarles e interrogarles y trasladar las pruebas y las evidencias que se consigan a los tribunales para que los jueces actúen en consecuencia. De lo contrario, queda la sensación de que huele a podrido.

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