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Una furgoneta atropelló este jueves a la multitud que transitaba por Les Rambles de Barcelona provocando al menos 13 muertes y causando un centenar de heridos en una tarde de pánico en el corazón de Barcelona. La policía autonómica confirmó que se trata de un atentado terrorista y Estado Islámico reivindicó poco después la autoría de la barbarie.

El vehículo inició su mortal recorrido en la confluencia de Les Rambles con plaza Catalunya y fue atropellando, haciendo eses para causar el mayor daño posible, a todos los transeúntes que encontró durante unos 600 metros, hasta el mosaico de Joan Miró (calle Hospital). Habría un detenido, un muerto ajeno al Estado Islámico y un huido.

Al margen de las investigaciones policiales y los arrestos que haya hecho o vaya a hacer la policía, lo que ya es irreversible es que el terrorismo islámico que ha golpeado a medio mundo ha llegado a nuestra casa. Primero fue Nueva York y los apocalípticos atentados de las Torres Gemelas en 2001 y en 2004 Madrid con la masacre de Atocha con 200 muertos.

En 2015, la noche del viernes 13 de noviembre, tres comandos coordinados de terroristas que portaban armas automáticas recorrieron las calles de París tiroteando a los ciudadanos que cenaban o tomaban copas en terrazas de bares y restaurantes. Se había iniciado otra orgía de terror que concluyó en la sala de conciertos Bataclan, donde fueron asesinadas 130 personas.

Después fueron Bruselas, Niza, Berlín, Londres, Estocolmo y ahora la capital catalana, que llora su segundo atentado más mortífero después del de ETA en Hipercor. Tiempo habrá de analizar los muchos porqués de esta sinrazón, desde las erróneas decisiones políticas internacionales, con guerras estériles y venta de armamentos del primer al tercer mundo, hasta los guetos que se han ido instalando en Europa sin que los diferentes gobiernos hayan sabido frenarlos.

Hoy es momento de solidaridad con las víctimas de esta salvajada, de encontrar a los culpables y sus cómplices, y sobre y ante todo, de defender con las palabras y los gestos el bien más preciado que han conseguido las sociedades occidentales tras siglos de enfrentamientos: la libertad y la democracia como únicas armas para resolver los conflictos.

Y Barcelona, al igual que Catalunya en su conjunto, representan como nadie estos valores de progreso y paz que persigue la humanidad. Todos somos, hoy y más que nunca, Barcelona.

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