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Las únicas huellas visibles ayer del atentado del pasado 17 de agosto en Barcelona eran las furgonetas policiales y el altar que permanecen en lo alto de Les Rambles. Sin embargo, vecinos y comerciantes, exhaustos y superados por los acontecimientos, siguen con el recuerdo muy presente aunque intentando dejar atrás la tristeza, y tratan de aprender a convivir con lo sucedido. En la capital catalana, en Cambrils y en el resto del país, al igual que en todas las ciudades y naciones del mundo donde el terrorismo ha golpeado, el miedo está muy presente pese al lema que los ciudadanos adoptaron tras la masacre. Se trata de un temor valiente y militante, aunque parezca un oxímoron. Evidentemente, los familiares del pequeño Xavi, el niño de Rubí con casa en Llimiana: de Bruno, un vecino italiano que estaba de vacaciones en Barcelona con sus hijos y su esposa; de Pepita, que iba de compras con su hija... y así hasta el total de 16 personas asesinadas por los yihadistas, nunca olvidarán ese jueves de agosto de 2017, porque además de horrorizar a miles de personas por la sinrazón del terrorismo, los criminales se llevaron a sus seres queridos, al igual que el centenar de heridos que dejó el enloquecido joven que entró en Les Rambles con su furgoneta. Como colectivo, el resto de ciudadanos nos hicimos muchas preguntas tras esa fatídica jornada, interrogantes que van desde el ámbito de la seguridad y la coordinación de los diferentes cuerpos policiales hasta la integración de los miles de musulmanes que viven en Catalunya y la labor y control de los imanes de las mezquitas. De ese drama también sacamos lecciones positivas como la bondad del padre del niño de Rubí, que escenificó con un abrazo al imán de su ciudad la importancia de no mezclar terrorismo y religión, la solidaridad de cientos de miles de personas en las horas más duras, la gran labor de los Mossos, policías locales y servicios de Emergencia. Pero vivimos en un mundo veloz, donde lo cotidiano nos empuja a pasar página demasiado deprisa y debemos seguir insistiendo en aprovechar ese drama para trabajar por una sociedad más justa y equilibrada donde la violencia no tenga ningún protagonismo, tanto en nuestro pueblo o ciudad como en las guerras lejanas, que son también las nuestras. Todas las administraciones harán bien en no olvidar lo sucedido y llevar a la práctica todas y cada una de las iniciativas para acabar con la barbarie yihadista.

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