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Catalunya vivirá hoy un día histórico porque el President Puigdemont comparece ante el Parlament y aunque oficialmente es para trasladar los resultados del referéndum del 1 de octubre, todo apunta a que habrá una Declaración Unilateral de Independencia de Catalunya, tal como estaba previsto en la ley tormentosamente aprobada en el Parlament. Puede ser inmediata, como reclaman ERC y la CUP, o puede ser diferida esperando una mediación o circunstancias más adecuadas como piden sectores del PDeCAT, pero habrá declaración de independencia basada en la convocatoria del 1-O y la primera pregunta es si una movilización democrática, multitudinaria y que cobró más trascendencia por la represión policial, pero que no tiene validez jurídica, según la opinión pública internacional, es suficiente aval para un paso tan transcedental como es romper con el Estado. ¿Basta el 42 por ciento de los votos del 1-O, el apoyo de dos millones de ciudadanos y el 48 por ciento de los votos del 27-S en unas elecciones democráticas para proclamar la independencia? ¿Una mayoría de 72 diputados sobre 135 que no es suficiente para modificar el Estatut puede avalar un paso tan importante como la independencia de Catalunya? Los hechos, y hoy se verá, parecen confirmarlo, porque estamos en una situación en que los deseos se imponen a la realidad y en que el fin soñado justifica cualquier medio, pero también tendremos que evaluar posibles consecuencias. Y la primera es que Madrid, que hasta ahora no ha tenido con Catalunya más política que la mano dura y lo que llaman el imperio de la ley, no está dispuesto a transigir con cualquier vulneración de la normativa constitucional y evidentemente la proclamación de la independencia lo es. Estamos ante el anunciado choque de trenes y nadie sabe lo que pasará a partir de hoy, porque quienes podían no han apostado por el diálogo, ni han confiado en las mediaciones. Puede haber detenciones de las autoridades catalanas, aplicaciones con efectos desconocidos del manido artículo 155, también habrá sin duda movilizaciones ciudadanas de repulsa y rechazo a la intervención y sabemos cómo empieza el conflicto, pero no cómo puede desarrollarse. Como hemos reclamado hasta la saciedad, seguimos insistiendo en la necesidad del diálogo como única forma de afrontar el problema y sobre todo en suplicar que nadie tenga la tentación de recurrir a la violencia.

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