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Después de que el Parlament votara a favor de la república catalana y de que el Senado autorizara la aplicación del artículo 155, la maquinaria del Estado se puso en marcha de inmediato con la convocatoria de elecciones e incluso con ceses publicados en el BOE de madrugada para relevar al responsable de los Mossos, mientras la Generalitat se refugiaba en un mutismo solo roto por el mensaje del presidente cesado que fue grabado fuera del Palau de la Generalitat, un paseo por Girona y una recomendación de las entidades soberanistas para cargar pilas de cara al futuro. Había expectación por saber cómo discurriría el primer día laborable tras el 155 y saber si Puigdemont se reincorporaría a su despacho, si los consellers cesados trabajarían con normalidad y si los funcionarios acatarían las órdenes de Madrid o secundarían el llamamiento a la desobediencia civil. Hubo normalidad en la vida ciudadana y vacío en la institucional porque solo el conseller Rull acudió a su despacho por la mañana y el vicepresidente Junqueras por la tarde, mientras la presidenta del Parlament acataba la disolución del Parlament y las ejecutivas de los partidos soberanistas, PDeCAT y ERC, confirmaban su concurrencia a las elecciones del 21 de diciembre. La sorpresa llegó con la noticia de que el presidente y cinco consellers cesados se habían desplazado a Bruselas, donde según algunas versiones podrían pedir asilo político y según el vicepresident Junqueras estaban haciendo trabajo, justo cuando el fiscal general del Estado presentaba sendas querellas contra Puigdemont y sus consellers por rebelión, sedición y malversación, con peticiones de cárcel que podrían llegar hasta los 30 años. La respuesta de la fiscalía entra dentro de lo previsible porque estaba anunciado que actuarían contra el gobierno de la Generalitat, pero lo que ayer generó desconcierto es el viaje de Puigdemont y sus consellers a Bruselas justo después de que el gobierno belga desautorizara al secretario de Inmigración, nacionalista flamenco, que había ofrecido asilo político a Puigdemont. Hoy está anunciada una comparecencia del presidente destituido, pero de momento su respuesta a la aplicación del 155 ha generado desconcierto porque no se sabe si busca una forma de internacionalizar el conflicto, de trasladar a la opinión pública la imagen de un president exiliado o es una forma de eludir una acción de la justicia, que con más o menos dureza, era previsible.

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