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EDITORIAL

Aeropuerto: de los deseos a la realidad

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El aeropuerto de Alguaire ha comenzado la temporada de invierno teniendo que desviar varios vuelos a Reus a causa de la niebla. Ha sucedido lo mismo que hace un año, y entonces fueron finalmente 14 los aviones afectados por esta incidencia. Llama la atención esta circunstancia teniendo en cuenta que se trata de una gran infraestructura inaugurada hace menos de 8 años, en enero de 2010. Por eso hay que preguntarse una vez más si a la hora de elegir su ubicación ningún responsable técnico o político tuvo presente que la presencia de la niebla es habitual en el llano de Lleida durante el invierno. Y en el caso de que la respuesta fuera positiva, por qué no se instalaron los dispositivos necesarios para permitir operar a los aviones los días en que hay niebla. Sobre esta segunda cuestión, la Generalitat ha señalado en diversas ocasiones que su instalación es muy cara y que no está justificada porque solo sería necesaria unos pocos días al año. Sea como fuere, este asunto corrobora que la planificación del aeropuerto de Alguaire no fue todo lo minuciosa que sería deseable para una inversión de casi cien millones de euros. No se trata de volver a debatir sobre si Lleida necesita o no un aeropuerto, sino de recordar a las administraciones que cualquier infraestructura debe ser objeto de forma previa a su ejecución de estudios rigurosos sobre su coste de mantenimiento y del retorno que aportará al territorio. Insistimos en la necesidad del máximo rigor, porque la lectura del plan de negocio presentado en su día para este aeropuerto da que pensar. Su previsión era que en 2019 recibiría 3.500 toneladas de mercancías al año y que tendría vuelos de pasajeros a Madrid, buena parte de España y los principales países de Europa Occidental que generarían casi 400.000 usuarios también en 2019. La realidad es que el tráfico de mercancías es nulo y prácticamente está descartado, y que el de viajeros debería multiplicarse por diez en menos de dos años para llegar a este objetivo. Es cierto que el plan de negocio se redactó cuando la crisis económica aún no se había dejado notar con todo su rigor, y que siempre es difícil que la realidad cumpla con las expectativas. Pero aspectos como el de la niebla o que las mercancías brillen por su ausencia –habría que suponer que los autores del estudio hablaron con las empresas que podían utilizarlo– demuestran que la planificación del aeropuerto fue, como mínimo, deficiente.

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