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Justo el mismo día de hace dos años en que tuvo que dar un paso al lado, Artur Mas repite la maniobra y en esta ocasión presenta la dimisión de la presidencia del PDeCAT, año y medio después de ser elegido como líder del partido que nacía de las cenizas de Convergència y que en las últimas elecciones ha sido el embrión de Junts per Catalunya. Hace dos años, se apartó por la intransigencia de la CUP que no quiso apoyarle para la investidura, proponiendo como candidato a Carles Puigdemont como última alternativa para evitar la repetición de elecciones. En cambio, el nuevo paso al lado llega por voluntad propia, notificada hace días a los dirigentes del partido y al mismo Puigdemont, justificada por Mas con dos grandes razones: en primer lugar no quiere ser un freno a la expansión del partido, a la vista del éxito de la fórmula de Junts per Catalunya, y considerando que hay que ensanchar las bases, no quiere que su presidencia representativa sea un obstáculo para esta expansión. Y en segundo lugar, esgrimió las razones personales derivadas de su situación jurídica, condenado e inhabilitado por el 9-N, pendiente de recurso y de un nuevo juicio, con el patrimonio embargado y según explicó ayer incluído también en la causa general del 1-O, con un conjunto de procesos que le restan margen de maniobra y le aconsejan dejar la primerísima línea. Dejó claro, sin embargo, que ni abandona la política y mucho menos el proyecto del PDeCAT, reiteró su lealtad a Puigdemont, aunque también dejó claro que tiene su propio criterio. Con Artur Mas se va de la primera línea el que fue delfín y heredero de Jordi Pujol, el último vestigio del pujolismo y el enlace entre la vieja Convergència y el nuevo PDeCAT y es significativo que su renuncia llegue días antes de la sentencia del caso Palau que puede salpicar el financiamiento convergente. Le tocó asumir la travesía del desierto que representó para CDC los dos gobiernos tripartitos en las primeras elecciones en que no se presentaba Pujol y su resistencia tuvo premio en 2010 cuando volvió a la presidencia de la Generalitat en medio de la crisis. Fue de los primeros en aplicar recortes a los presupuestos públicos e intentó buscar un pacto fiscal mientras en la calle la Diada de 2012 marcaba un punto de inflexión para el procés soberanista. Mas se sumó a la corriente y se convirtió en uno de los arquitectos del procés hasta que llegó su primer paso al lado hace justo dos años.

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