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Aunque ya no sorprende la euforia con que el Gobierno y los medios de Madrid han acogido los mensajes de Puigdemont a Comín, sí que llama la atención la facilidad con que dan por cerrado el procés y la crisis catalana. Por mucho que Puigdemont tecleara que esto se ha acabado y aunque lo pueda pensar en algún momento, es evidente que más de dos millones de catalanes siguen creyendo lo mismo que el 21 de diciembre, que los 70 diputados de la mayoría independentista siguen ocupando sus escaños, que Carles Puigdemont sigue siendo el candidato de esta mayoría y que el embrollo jurídico generado desde el Constitucional hasta los tribunales ordinarios no tiene precedentes y tardará años en desbrozarse con el factor añadido de que el litigio ya se ha trasladado a los tribunales europeos y también a las Naciones Unidas. Aunque no lo quieran ver desde Madrid, el conflicto sigue tan vivo como hace dos meses y si Moncloa tiene algún plan para solucionarlo, al margen del 155, aún no se conoce, pero también es evidente que la situación ha evolucionado con el aplazamiento del pleno y la filtración de los mensajes de Puigdemont porque se ha planteado abiertamente, especialmente desde ERC, la posibilidad de sacrificar a Puigdemont y la conveniencia de buscar otro candidato del PDeCAT e incluso, como hizo ayer Junqueras, la posibilidad de compatibilizar una presidencia simbólica y otra efectiva. Hay una división clara en las estrategias porque Junts per Catalunya tiene como prioridad que se restituya la presidencia de Puigdemont, mientras que ERC, ante la evidencia de los hechos y las amenazas judiciales, considera prioritario que se recupere la Generalitat. Pero al margen de las versiones oficiales, que solo hablan de Puigdemont, también es evidente que ya se barajan más nombres como posibles alternativas porque no hacerlo sería suicida y porque en mayor o menor medida todos, incluido él, empiezan a asumir que su investidura a distancia será imposible y que si regresa a Catalunya será inmediatamente detenido. Y aunque todavía es prematuro hablar de aspirantes porque los ritmos de la política catalana siguen siendo imprevisibles, bueno para las comarcas de Lleida es que se baraje el nombre del alcalde de Mollerussa entre los posibles candidatos a relevar a Puigdemont y que se incluya entre las posibles alternativas. Pero no hay que olvidar que el nudo gordiano de la crisis continúa sin deshacer.

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