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La asignatura de la igualdad entre hombres y mujeres sigue muy lejos de aprobarse y las reivindicaciones del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, que hoy se celebra en todo el mundo, siguen teniendo toda su vigencia como forma de denunciar una discriminación y una desigualdad que atenta contra la misma dignidad de las personas y los más elementales principios de cualquier democracia. En España, pese a los avances de los últimos años y una normativa legal bienintencionada que no siempre se aplica, siguen persistiendo rescoldos de machismo que se perciben en comportamientos diarios y que tienen su reflejo más trágico en la violencia machista con 44 mujeres muertas durante el año pasado, y miles de denuncias por malos tratos y violencia de género. Mientras haya un solo caso de violencia contra las mujeres, tendrán sentido las protestas para conseguir que se respete la vida y la dignidad de todos. Pero la desigualdad y la discriminación también están presentes en la actividad económica, académica e incluso familiar, de forma que son las mujeres las que mayoritariamente asumen las tareas domésticas en los hogares, son las que tienen más dificultades para encontrar un trabajo y tienen que conformarse con los peor remunerados, son las que tienen que sacrificar su trayectoria profesional para asumir el cuidado de sus hijos y son las que tienen más problemas para acceder a cargos directivos, pese a que en las oposiciones se refleja que las mujeres obtienen mejores calificaciones que los hombres y son también las que cobran pensiones más menguadas. El resultado es una brecha salarial que se ha ido acortando, pero que se mantiene de forma que las mujeres cobran de promedio un 13 por ciento menos que los hombres según un estudio de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada, que la cifra es un 4,7 por ciento entre los menores de 30 años y va aumentando con la edad hasta llegar al 17,2 a partir de los 59 años. No es justo, ni lógico, ni tampoco democrático porque la esencia del sistema es la igualdad, que nadie sea discriminado por razones de sexo y mientras no se consiga, tendrán sentido protestas como la de hoy. Es evidente que una sociedad en la que no trabajaran las mujeres se paralizaría y la causa por la igualdad tenemos que asumirla todos, mujeres y hombres, porque por encima de cualquier otra consideración afecta a la misma dignidad de las personas.

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