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La jornada del 8-M fue una movilización sin precedentes con la primera huelga feminista convocada en España con más de cinco millones de mujeres que siguieron los paros, según las cifras facilitadas por los sindicatos. El objetivo de que se visualizaran las desigualdades existentes, la discriminación que continúan padeciendo las mujeres, que continúan asumiendo la mayor parte del trabajo no remunerado y los sacrificios de la atención familiar y la brecha salarial existente se ha conseguido con creces y ha quedado meridianamente claro que la igualdad es un derecho que nadie puede cuestionar, ni impedir. No se trataba tanto de paralizar el país al estilo de una huelga general, sino de transmitir a toda la sociedad la injusticia de una situación a corregir y concienciar a todos de que hay que seguir avanzando hacia la igualdad. Pero el éxito de la jornada de ayer ha de traducirse en el día a día y durante todo el año para erradicar de una vez por todas el machismo que continúa vigente en actitudes y comportamientos, en conseguir que no haya ni una víctima más de la violencia de género, ni tengamos que lamentar denuncias por malos tratos. Las movilizaciones han de servir para que se apliquen rigurosamente las leyes que ya propugnan la igualdad en las empresas y que se reformen las necesarias para facilitar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres a la hora de promocionarse en las empresas, que se garantice realmente la igualdad de salario a igual trabajo, que se promuevan iniciativas para facilitar la conciliación laboral y que se penalice a las empresas que mantengan la discriminación o la desigualdad entre hombres y mujeres. Y también han de servir para cambiar actitudes personales, modificar comportamientos machistas, reconocer el trabajo no remunerado y nunca suficientemente valorado de las amas de casa y compartir trabajos domésticos y los cuidados familiares. La vieja sociedad, de la que somos herederos, con roles asignados en los que el hombre trabaja fuera y la mujer controla la casa tiene que transformarse y adaptarse a las exigencias de igualdad, algo que las nuevas generaciones asumen con naturalidad, pero que sigue costando impulsar en otros ámbitos y otras culturas. Queda mucho camino por recorrer porque el inmovilismo también está arraigado pero lo importante es mantener la reivindicación todos los días. Que la igualdad sea un reto diario.

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