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Ya es mala suerte, o algo más, que el primer vuelo de este año de Madrid a La Seu acabe en el aeropuerto de Girona con los viajeros trasladados por carretera hasta su destino y que el mismo fin de semana los cuatro vuelos de esquiadores británicos que tenían que aterrizar en Alguaire sean desviados por culpa de una niebla matinal hasta Reus, donde también había poca visibilidad. Y también la niebla obligó a desviar otro avión desde La Seu a Girona. Vaya por delante que lo primero es la seguridad y que si los pilotos consideran que hay riesgos deben tomar las medidas necesarias y no somos quien para cuestionar sus decisiones, pero también da la impresión de que problemas que se solventan en otros aeropuertos donde también pueden producirse bancos de niebla se convierten en obstáculos insalvables cuando se trata de Alguaire o La Seu. Puede ser que como reclama el alcalde de la capital del Alt Urgell falte mejorar el sistema de aproximación instrumental que aún no ha autorizado el ministerio de Fomento pese a la petición de Aeroports de Catalunya, pero es evidente que la climatología que tenemos era conocida antes de que se hicieran las inversiones y que han aterrizado aviones otros fines de semana en Alguaire con peores condiciones climatológicas que las de este domingo. Lo que no sería justificable es que los esfuerzos de muchos para hacer viables estas dos infraestructuras chocaran con el desinterés o la pasividad de otros que no tienen el menor interés en que funcionen pese a la inversión hecha y su evidente utilidad para promocionar y articular el territorio. Convendría que se aclararan las causas del problema, se buscaran soluciones y que todas las partes actuaran de forma coordinada. Violencia en el fútbol Un ertzaina murió en una batalla campal entre ultras en Bilbao, un presidente griego baja al campo con una pistola para retirar a su equipo, los ultras de un equipo francés intentan agredir a sus jugadores y la lista podría hacerse larguísima recogiendo incidentes del fin de semana. Vuelve la violencia en el fútbol y sus directivos no toman medidas para erradicarla. Cuando lo hagan, igual es tarde.

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