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Quince mil pesetas: menos de cien euros. Este es el precio que el banquero leridano Agustí Santesmasses Pujol puso en 1906 a los cuatro sepulcros de los condes de Urgell. Era el dueño del monasterio de Santa Maria de Bellpuig de Les Avellanes desde 1894, así que de nada sirvió que el obispo de Urgell y el entonces diputado por Les Borges Blanques Francesc Macià trataran de impedir la venta, porque todo era estrictamente legal. Un anticuario de Vitoria se quedó estas joyas del gótico catalán. De Vitoria fueron a parar a París y de allí a Nueva York, al museo The Cloisters, que depende del Metropolitan Museum of Art. Daños colaterales de la desamortización de Mendizábal. Siempre se había pretendido recuperar los sepulcros. En 2010 todos los partidos políticos con representación en el Parlament de Catalunya votaron a favor de pedir al museo neoyorkino la restitución de estas piezas. Pero era una batalla perdida de antemano, porque los sepulcros ingresaron en The Cloisters de forma legítima y, además, las obras están bien conservadas y expuestas al público con todas las garantías de seguridad. Pronto se entendió que no tendría sentido que las obras volvieran a cruzar el Atlántico, sino que había que aprovechar la tecnología para compartir este patrimonio. El mundo entero cabe en un pen drive y hace posibles prodigios como el del mapping de Sant Climent de Taüll. Los frescos siguen en el MNAC, pero en la iglesia donde fueron creados se puede admirar una réplica que es todo un espectáculo visual. Ahora será el turno del monasterio de Bellpuig de Les Avellanes. La Diputación ha llegado a un acuerdo con el museo neoyorkino para digitalizar estas piezas emblemáticas y, posteriormente, financiar una réplica exacta de las mismas. El proyecto tendrá un coste de 200.000 euros, pero como señala el director del monasterio, Robert Porta, esta inversión revertirá en el territorio porque los sepulcros serán un revulsivo para aumentar las visitas (30.000 el año pasado) al corazón espiritual del Montsec. Además, el presidente de la Diputación, Joan Reñé, señala que con esta iniciativa se muestra a Aragón que hay un camino de entendimiento que pasa por compartir el patrimonio. “Se puede ir a un museo con la Guardia Civil o con buena voluntad”, dice en relación a Sigena. Lleida ha optado por la buena voluntad. Y la tecnología.

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