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Cuando todas las miradas apuntaban hacia Alemania con motivo de la liberación el viernes de Carles Puigdemont, el correctivo que esta decisión ha supuesto para la Justicia y el Gobierno español y en cómo todo ello ha tensado las relaciones entre los ejecutivos de ambos estados, saltaron todas las alarmas con un atropello masivo de un modus operandi prácticamente idéntico al empleado en el atentado de les Rambles del 17 de agosto. Y es que en la ciudad de Münster, en el noroeste del país, una furgoneta arrolló a un nutrido grupo de ciudadanos que estaban en la terraza de un céntrico local y causó la muerte de al menos dos personas y heridas a más de 30, tras lo cual el conductor se quitó la vida. Aunque ayer todavía faltaban por esclarecer muchos detalles sobre la tragedia, el temor a que fuera un acto terrorista quedó minimizado cuando trascendió que el autor era un ciudadano alemán de 49 años con un trastorno mental. Sin embargo, las similitudes con los ataques sufridos en Berlín, en las Navidades de 2016, Niza, Londres o Estocolmo, además del ya citado de la Ciudad Condal, y el hecho de que el responsable guardase material explosivo en su casa dejaban abiertas todas las hipótesis. Fuera cual fuera su motivación, lo que queda claro es que es prácticamente imposible evitar tragedias de esta índole que, con mínima infraestructura, pueden resultar letales. Mezquindad extrema La tragedia de ayer en Alemania se produjo horas después de que el inefable Federico Jiménez Losantos hiciera una explícita llamada a cometer “acciones” contra personas e intereses de aquel país como réplica a la liberación de Puigdemont y el “agravio” que esto representaba para España. Por supuesto no se puede atribuir el atropello a esta irresponsable actuación, pero no eran pocos los mensajes en las redes sociales alegrándose de esta especie de “justicia divina” y demostrando así cuán vil se puede ser amparándose en el anonimato. Controlar a estos desaprensivos es imposible, pero es imperdonable, denunciable y debería ser perseguible que un periodista más o menos conocido tenga una actitud de tal imprudencia.

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