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“Ponga día y hora” ha sido el primer mensaje del nuevo presidente de la Generalitat, Quim Torra, dirigido al presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, para reclamarle diálogo y la respuesta ha sido inmediata: Rajoy está dispuesto a reunirse y dialogar, pero siempre dentro de la ley, recordando que “en Catalunya solo puede haber un presidente, una sola legalidad y unas únicas instituciones que son las que marca la Constitución”. Será difícil que el diálogo sea efectivo si el primero mantiene su reivindicación de la república y el segundo solo acepta hablar dentro de la Constitución y es el primero de los grandes retos que afronta Torra: hacer compatible su programa republicano, el reconocimiento de la legitimidad de Carles Puigdemont y la restitución de los consellers cesados con el marco constitucional español porque ya confirmaron ayer Rajoy y Pedro Sánchez que sus decisiones serán miradas con lupa y no les temblará el pulso en volver a aplicar el artículo 155 que debería dejar de aplicarse en cuanto tomen posesión Torra y su nuevo gobierno. Será una espada de Damocles porque el Gobierno ha perdido el miedo al manido artículo a la vista de que su aplicación no les ha generado excesivos problemas, ni ha alterado sustancialmente la vida cotidiana en Catalunya y Torra lo tendrá complicado para contentar a los suyos, y especialmente a la CUP, sin vulnerar el marco legal español. Tampoco lo tendrá fácil para hacer realidad su voluntad de una república inclusiva, plural y para todos porque buena parte de la sociedad catalana ya le ha recordado sus escritos anteriores y tendrá que demostrar con hechos que sus disculpas son sinceras y será todo un reto mantener la lealtad con Berlín y la obligación institucional de asumir una presidencia efectiva. Tendrá que hacer muchos equilibrios para evitar el carácter interino que le han asignado y marcar un perfil propio sin herir susceptibilidades, ni provocar disensiones en el bloque que le ha prestado apoyo. Y por encima de todo, tiene el reto de elaborar unos presupuestos, marcar unas prioridades, revertir los efectos del 155 que han paralizado proyectos y actuaciones y dinamizar la acción pública, en una palabra, gobernar. Y tendrá que hacerlo con una mayoría muy ajustada en la que puede decidir la CUP, que ayer ya empezaba a protestar, y con una financiación que sigue estando controlada por Madrid. Todo un reto para gigantes.

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