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La sentencia del caso Gürtel condenando al PP, confirmando la existencia de su caja B y hasta cuestionando la credibilidad de la declaración de Mariano Rajoy ha agudizado la sensación de crisis que vive el país y deja en una situación difícilmente sostenible al gobierno de Rajoy, que en la misma semana en que ha conseguido aprobar los presupuestos, ve cómo ninguna fuerza parlamentaria le presta un mínimo apoyo. Después de una sentencia tan contundente, que es la punta de iceberg de una corrupción generalizada, lo correcto democráticamente sería la dimisión del presidente y que se convocara al pueblo español a pronunciarse sobre quién debe intentar regenerar el país, pero tanto Rajoy, como el PP, han considerado la sentencia como un caso del pasado que no les afecta. En consecuencia corresponde a los grupos de oposición tomar la iniciativa y el líder del PSOE, Pedro Sánchez, confirmó ayer la presentación de una moción de censura con el compromiso de convocar elecciones cuando se haya recuperado la normalidad institucional y se haya regenerado la vida democrática. Buenas intenciones que chocan con la aritmética parlamentaria porque el PSOE solo tiene 84 diputados de los 176 que serían necesarios para que prosperara la moción. Tiene dos posibilidades para lograr esta mayoría: conseguir el apoyo de Ciudadanos y Podemos o bien el de Podemos y todas las fuerzas nacionalistas y cualquiera de las dos hipótesis se antoja más que complicada. Ciudadanos ya ha anunciado que no la apoyará y tiene su propia estrategia que pasa por reclamar elecciones anticipadas, que no se pueden convocar mientras se tramite la censura, y los nacionalistas vascos y catalanes han sido más prudentes y están abiertos a hablar con el PSOE, pero tampoco está claro que Sánchez quiera llegar a la Moncloa con el apoyo de Bildu o los partidarios de la independencia catalana. Los únicos que de momento apoyan incondicionalmente la censura de Rajoy son los de Podemos que ya presentaron sin éxito una moción contra el actual presidente y que ahora hacen hincapié en la necesidad de desalojar a los corruptos. En cualquier caso, Sánchez lo tiene muy complicado para conseguir el apoyo de grupos tan heterogéneos y con objetivos tan dispares y en el hipotético caso de lograrlo encabezaría un gobierno débil y con pocos apoyos que debería marcarse como prioridad la convocatoria de elecciones.

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