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El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, ratificó ayer que no dimitirá e intentará agotar la legislatura, pero en el aire pesa la idea de una posible renuncia del presidente in extremis. Ante la posibilidad de que la moción de censura del PSOE salga adelante con el apoyo de Podemos, PDeCat, ERC, Compromís, Bildu y el PNV. Pero aun así, desde el PP rechazan la posibilidad de que el jefe del Ejecutivo vaya a irse, aunque varios medios aseguran que Rajoy ha consultado a expertos juristas sobre esta posibilidad, una vez está en trámite la moción socialista y arrecian las dudas del PNV. Tampoco es descartable que a última hora, Ciudadanos dé el sí a Pedro Sánchez pactando un calendario para los comicios. Sea como sea, el líder del Partido Popular está contra las cuerdas y pese a su ganada fama de resistir todos los envites, esta vez lo tiene realmente difícil. Porque tanto si prospera la moción como si no, sus días al frente del gobierno parecen contados. Lo que ya no queda tan claro es el panorama que vislumbra tras estos cambios políticos que, más tarde o más temprano, se van a producir. El problema territorial planteado por el soberanismo catalán no se resolverá de un día para otro por muy nuevo ejecutivo que haya y los independentistas no se avendrán a negociar cualquier “peix al cove” al uso de la antigua Convergència i Unió. Por tanto, es toda un incógnita cómo piensan afrontar y sobre todo cuándo las reivindicaciones de autogobierno de la mayoría parlamentaria catalana. Además, el puzle de siglas e intereses, en algunos casos divergentes, de los hipotéticos avaladores de la censura hace muy difícil presagiar una salida pronta y esperanzadora de la tensión política en la que vivimos. Sería deseable que los actores de esta realidad antepusieran el bien común a sus intereses electorales pero hoy por hoy esta posibilidad se antoja lejana. Por su parte, Quim Torra, que viajó ayer a Bélgica, acordó esperar al discurso del PSOE y la votación del Congreso antes de que tomen posesión los nuevos consellers, primero porque dos futuras integrantes del Executiu son diputadas en Madrid y su voto puede ser imprescindible, y segundo, porque la hoja de ruta a seguir a partir de ahora, tanto en Moncloa como en Palau, puede depender mucho de quién tome las riendas del Estado.

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